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El ‘método Susanita’

Francisco Pomares

 

Eso de esconder lo que no conviene que se vea no es una invención de esta  política de ahora, que no trata de resolver problemas sino de ocultarlos. Hacer invisible lo que nos daña o incomoda, es una técnica tan antigua como el propio poder. A eso, a ocultar lo feo, decadente o pordiosero, se han dedicado desde tiempos inmemoriales con eficacia y denuedo las cuadrillas que precedían las visitas de reyes, presidentes y visitantes ilustres.

 

A finales de los años 60, el dibujante argentino Quino publicó una de sus más recordadas tiras de Mafalda. En ella, la muy concienciada Mafalda pedía “acabar” con la pobreza, y su amiga Susanita (patrona de todos los pijos de este mundo) le contestaba que no hacía falta, que bastaba con “esconderla”.

 

El arte de la ocultación es una de las disciplinas que mas se precisa dominar en política. Uno no puede dedicarse a lo público sin ser capaz de hacer desaparecer de la vista ajena todo lo que resulta engorroso. Se hace así desde el mismo arranque de la carrera de la representación, cuando se ocultan en los carteles electorales arrugas, lunares incómodos, ojeras o dientes amarillos o estropeados, para ofrecer una imagen estupenda del candidato o candidata. Y lo primero que éste aprende en su trabajo, antes incluso de incorporarse a un puesto, es a ocultarle al personal que le vota algunas verdades incómodas: lo que gana, como vive, en qué consiste realmente su trabajo, quienes son sus consejeros, asesores y verdaderos amigos, y -sobre todo- los motivos por los que se toman las decisiones.

 

La política es por un lado ocultación, y por otro presentación de una realidad  afeitada y vestida con colores atractivos para que parezca más tolerable. El malabarismo con cifras y datos, o la selección inteligente de los asuntos sobre los que se ha de fijar el interés de la masa, forman parte también de ese aprendizaje. Oficinas de asesoramiento, gabinetes de prensa y comunicación, grupos de apoyo y discusión, comisiones de expertos… lo que hacen en realidad es ayudar al político a esconder todo aquello que es feo y desagrada, y a enseñar lo guapo, lo agradable y/o feliz.

 

El palmero Anselmo Pestana debe ser un hombre ahorrativo, porque a lo largo de toda su carrera política no parece haber invertido mucho en consejos de expertos: lo de ocultar se le ha dado siempre fatal. Es verdad que el hombre lo intenta una y otra vez, pero le sale borde. Quiso esconder a los ojos del público el caos del muelle Arguineguin, repartiendo inmigrantes por Mogán y sus alrededores, y acabó con ellos bien visibles frente a la Delegación del Gobierno. Ahora ha querido hacer lo mismo -que no se vean- con la gente de la enorme cola que se agolpa alrededor de las oficinas de la Seguridad Social en la calle Juan XXIII, de Las Palmas de Gran Canaria. Son decenas y decenas de personas que esperan todos los días, muchas de ellas desde primeras horas de la madrugada, a ver si consiguen resolver sus problemas con la Seguridad Social, logrando una cita presencial. En su mayor parte son personas que no pueden o no saben manejarse en citas virtuales, no tienen dispositivos para conectarse, o requieren de una atención personal. La Delegación ordenó a la directora provincial del INSS de Las Palmas, Silvia de la Hoz, que escondiera la cola a los ojos del público, metiéndola dentro del edificio, en el hall de acceso, para que la aglomeración de gente a la espera de atención no fuera tan evidente. Esa montonera de gente es la prueba visible de que hay una administración incapaz de adaptarse a las necesidades de sus administrados.

 

La directora se negó a meter la cola en las oficinas y Pestana -siempre tan sutil, el hombre- mandó hace unos días a la Policía Nacional y a un par de funcionarios de la Delegación para que la gente entrara dentro. Se dijo que era para hacer menos penosa la espera… pero también se dijo que fue para que el ministro no viera la cola. Lo que es obvio es que la directora provincial se cogió un berrinche de órdago por la intervención policial.

 

Algo debieron decirle al ministro, ella o Pestana, porque el ministerio cesó fulminantemente a Silvia de La Hoz, apenas unas horas después de que el ministro Escrivá, su jefe, regresara a Madrid tras su prevista  visita relámpago a Las Palmas.

 

¿Y ahora? Ahora es probable que las colas desaparezcan de la vista. Pestana aplicará para lograrlo el método Susanita. Pero las colas no van a dejar de existir. Al menos no hasta que se incorpore el personal prometido por el ministro desde hace meses.

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