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El futuro en el pasado

 Francisco Pomares

 

Después de fallar a Coalición en un par de votaciones muy en línea con los canaristas de Nueva Canarias, el profesor Garciaguiónrramos, se encontró con la decisión de Coalición de quitárselo de encima.  No sé si fue una buena o una mala idea, o solo fruto necesario de la sospecha de que Garciaguiónrramos podía repetir la fuga que también intentó hace cuatro años BravodeLagunajunior y -acaso- hasta apoyar con su voto un hipotético desempate reñido entre un Gobierno de Coalición y el PP, por ejemplo, y la reedición del pacto de las flores.

 

Parece que quien tomó la decisión de dejar de disfrutar del prestigio vicario del diputado, profesor y novelista no tan bueno como él cree, fue el propio Fernando Clavijo, harto del narcisismo y las ocurrencias de vedette del ex presidente del Partido Nacionalista.

 

Desde ese mismo momento, con Garciaguiónrramos compuesto y sin cargo, era evidente que se produciría la inmediata espantada y ruptura con Coalición de su partido-taxi, un partido sostenido en los últimos años como plataforma personal del profesor, como salvavidas de una carrera política de escaso fuste y abundante confusión ideológica.

 

Porque… ¿es Garciaguiónrramos realmente nacionalista? Quizá si, pero recaló en el nacionalismo del PNC después de muchas vueltas ideológicas, y solo cuando realmente le convino. Es la suya una trayectoria oportunista en un partido que también lo es: y es que el PNC actual, heredero del viejo partido nacionalista fundado en La Habana en 1924 por José Cabrera Díaz, tiene bastante que ver con aquél, pero absolutamente nada en común con la figura de Secundino Delgado, convertido por el PNC en lo que nunca fue.

 

De hecho, el PNC de La Habana y este PNC de ahora se apropiaron de la figura de Secundino, mucho más próxima en la mayor parte de su vida al anarquismo obrerista de finales del XIX y principios del XX, que al independentismo o la preocupación por la construcción de una nación soberana.

 

Los vínculos del PNC con Secundino son una pura reinvención, un constructo plagado de falsedades históricas: la ‘bandera del Ateneo de La Laguna’, azul y con siete estrellas blancas, colocadas sobre el lienzo como las islas en un mapa y origen de la actual tricolor con las siete estrellas verdes, fue rebautizada por el PNC como ‘bandera de Secundino’, cuando ni fue creada por él, ni existe constancia alguna que llegará a usarla jamás. La revista ‘El Guanche’ fundada en 1887 en Caracas por Secundino y su amigo José Guerra Zerpa, fue también ‘reinventado’ por el PNC de Cabrera Díaz y transformado en órgano de expresión del partido en Cuba, bajo la dirección desde 1925 del palmero Luis Felipe Gómez Wanguemert, que en la guerra colonial previa al 98 había luchado a las órdenes del general Weyler para evitar la independencia de Cuba. Por no hablar de Cabrera Díaz, que abandonó el obrerismo finisecular de la Asociación Obrera, para acabar sirviendo en los años veinte, hasta pocos meses antes de fundar el PNC, los intereses patronales.

 

Con esos mimbres y la alquimia de unos símbolos adoptados por Antonio Cubillo, el PNC de la Democracia acabó renunciando a la independencia y la patria guanche, para convertirse en el trampolín de Garcíaguionrramos -viceconsejero de cultura en el Gobierno de Fernando Fernández, y después válido cultural de Manuel Hermoso- en su personal desembarco en Coalicion para lograr un escaño en el Parlamento regional.

 

Un partido, pues, puesto al servicio exclusivo de las ambiciones y deseos del profesor, que ahora, con el profe ya jubilado, inicia una nueva singladura, de nuevo hacia su propio pasado… El actual presidente del partido, Francisco Martín Espinosa, lo ha explicado con una asombrosa mezcla de ingenuidad y cinismo: “No podemos perder ni un minuto más de tiempo (…) es volver a dividir a las islas (…) Ellos [en referencia a Coalición Canaria] se han ido por el camino de la derecha, nosotros seguimos por el de la izquierda. Hemos hecho el esfuerzo para irnos un poco al centro, pero no estamos dispuestos a participar ni a colaborar con un mensaje engañoso». Dicho queda  

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