El factor Armengol
Francisco Pomares
La comparecencia de Francina Armengol en el Congreso no ha resuelto mucho. Las preguntas más importantes que se le hicieron, las que tenía que contestar, sobre quien convenció a su gobierno para comprar esas concretas mascarillas, han quedado sin respuesta. Armengol no ha querido (quizá no podía hacerlo sin mentir) negar que hablara con Ábalos para mover la compra, y eso que se lo han preguntado muchas veces.
Ha acabado por sufrir que le exijan dimitir no por su posible responsabilidad directa en la adquisición de las mascarillas, sino por su responsabilidad política. Si el PSOE pidió que Ábalos dimitiera por no vigilar a Koldo García, la oposición cree que el hecho de que Baleares recibiera tapabocas no adecuadas y las pagará en un tiempo récord, para meterlas después durante tres años en un almacén, pues entonces también supone responsabilidad política de Armengol. Y no es la única que lo cree. Son muchos los que pensamos que la situación de la presidenta de Las Cortes es básicamente insostenible.
Lo cierto es que la oposición se ha ensañado a modo y manera, al considerar a Armengol incapaz de aclarar su papel en las compras fraudulentas, ocultar que lo eran, y pagar luego por ellas asegurando que servían.
La oposición entiende que el silencio de doña Francina responde a la dificultad de admitir un modus operandi que se repite en todas las compras de la trama. En todas partes se pagó por mascarillas que no eran exactamente las que se había solicitado. Ese hecho fue detectado en otras regiones socialistas a las que también había llegado la recomendación de comprar desde el Ministerio de Transportes, pero que decidieron no hacerlo: Castilla La Mancha, Aragón o Extremadura. Son las regiones en las que hoy siguen el único barón socialista que logró mantener su feudo en las pasadas elecciones regionales –García-Page-, el díscolo Lambán, uno de los mayores críticos internos de Sánchez al que ya se quiere obligar a irse, y la federación regional de Extremadura, dónde –por primera vez desde que se inició en un renault la reconquista del partido–, la candidata propuesta por Sánchez ha perdido las primarias frente a un disidente.
En el PP se frotan las manos por los agujeros negros que deja la declaración incompleta de Armengol, mientras el PSOE parece resignado a asumir el silencio como única estrategia, quizá a la espera de que el acuerdo sobre la amnistía que ha de producirse este jueves aligere la presión que hoy sufre el partido desde todos los frentes, incluso por fuego teóricamente amigo. Desde Podemos, Ione Belarra ha sido inesperadamente desagradable, casi tanto como Tellado, y eso que ella no tenía motivos para defenderse de los ataques de Armengol, que en su declaración volvió a señalar al portavoz popular por ser el único político mencionado en el informe de la Guardia Civil.
Bueno, cada uno elige lo que quiere elegir cuando se trata de defenderse, pero más relevante que el requiebro de los apandadores que se sabían grabados por la Guardia Civil, parecen las partes del informe que demuestran que hasta cuatro ministerios sabían que Ábalos estaba ya bajo el foco de la Guardia Civil cuando Sánchez le repescó como diputado.
Armengol tiene todo el derecho del mundo a quedarse callada antes de autoinculparse, eso se le permite hasta a los detenidos de las pelis de Hollywood. Pero su silencio no garantiza impunidad. En una situación en la que hasta Oscar Puente se dedica a ejemplificar soltando peso muerto, el silencio dispara la curiosidad: ¿Que pasa si un juez decide llamar a doña Francina y le pide que explique aquello de quien, cómo y cuando? ¿Cuanto silencio puede aguantar alguien si resulta imputado?
La trinchera de Armengol -y la de Marlaska y la de Torres y la de todos ellos- no puede ser eternamente un muro de silencio tras el que se parapete la que ahora descubrimos cómo tercera autoridad del Estado. Armengol y los demás pueden negarse a contestar a los medios, pueden callarse cuando el asunto llegue a las comisiones de investigación que se están creando. Pero si un juez acaba por obligarles a salir de detrás del escondite, va a ser muy difícil explicar el silencio previo.
El PSOE se ha enrocado en un discurso de resistencia que no puede mantenerse. En algún momento no quedará otra que dar explicaciones. Y después de las explicaciones, habrá que asumir responsabilidades. Armengol será la primera. Y después vendrán los demás.