El dios del tiempo
Francisco Pomares
Tras el fracaso de la ley de Amnistía en el Congreso, el Gobierno ha reaccionado lamiéndose las heridas, e insistiendo en la necesidad de negociar, negociar y negociar. Pero es que lo de Junts y el PSOE no es una negociación, es un puro chantaje. Una negociación es cuando dos partes intercambian criterios en igualdad de condiciones, y cada una de ellas cede para que haya un acuerdo. Lo que se está produciendo desde que Sánchez aceptó a Puigdemont como animal de compañía del Gobierno, no es ni de lejos una negociación o algo parecido, sino una extorsión porculeante, en la que el PSOE aguanta lo que haya que aguantar, y Sánchez va saltándose las líneas rojas que su partido (y el mismo, hoy son casi la misma cosa) van señalando. Junts impuso su proyecto de amnistía en Comisión, en la que planteó la incorporación de las torpes enmiendas que ahora –tras conocerse la posición del juez García-Castellón- quiso quitar, para garantizar que la amnistía a medida de Puigdemont cubra todas las opciones y posibilidades.
Sánchez ha encajado con rictus de dolor y bastante sufrimiento una derrota parlamentaria –la más grave de lo que va de legislatura- que es puro surrealismo. El PSOE acabó derrotado por el voto junto a la derecha de su socio Junts, mientras sus diputados defendían servilmente una amnistía propuesta y diseñada precisamente por su socio, pactada en Bruselas con Junts, y que el PSOE consideraba imposible hasta antes de las elecciones. Si nos lo cuentan la mañana del domingo 23 de julio, día de las últimas elecciones, no nos lo habríamos creído. Nadie.
Pero suma y sigue: la vicepresidenta primera se fue ayer a la tele a explicar que hay “margen para negociar”, porque –dijo- “tiene que haber siempre cuando transcurre tiempo y hay voluntad clara de diálogo por ambas partes”. La señora Montero ha explicado que se tiene que resolver, porque se trata de cuestiones técnicas. ¿Cuestiones técnicas? ¿La agenda política española –y la canaria, que va a rebufo- está bloqueada por cuestiones técnicas? Lo cierto es que si esas cuestiones técnicas no se resuelven pronto, probablemente no habrá presupuestos. Aunque para el PSOE no hay de qué preocuparse, porque la legislatura no peligra: dice el ministro Bolaños que la duración de la legislatura la decide el presidente del Gobierno, y que por eso el PSOE va a estar gobernando tres años y medio. Como si fuera Cronos (o Saturno), dios del tiempo. Resulta una interpretación curiosa del funcionamiento de un régimen parlamentario, pero es que a estos socialistas nuevos no les queda ya más que soltar ocurrencias a la espera de lo que haga, diga, decida, ordene Puigdemont.
Al final, a este país sólo lo salva que Felipe González nos metió en Europa. Si no fuéramos socios de ese club, cualquiera sabe dónde nos llevaría esta deriva. Porque Europa anda de verdad preocupada con este dislate: preocupa, y mucho, el coqueteo del independentismo con Rusia. Es un asunto que en España aún nos suena a coña, pero es muy serio. Rusia lleva jugando a crear el caos en el continente al menos desde que el rechazo europeo a la toma de Crimea y la guerra en el Donbas y Donetsk en 2014 provocaron las primeras sanciones. Si se produce –y cada vez parece más posible que así sea- una condena en firme que demuestre los devaneos independentistas con el régimen de Putin, reduce la posibilidad de que la amnistía cubra los delitos de traición o terrorismo. Mientras Europa soporta las consecuencias económicas de una guerra abierta en su territorio, no parece una broma o un inocente traspiés que Junts y ERC hayan intentado contar con la colaboración del Kremlin en el procés.
Una de las primeras señales del cambio de sensibilidad europea ante el desmadre español se produjo ayer, cuando la Comisión de Justicia del Parlamento aprobó por aplastante mayoría -43 votos a favor, 17 en contra, entre ellos el de López Aguilar- una enmienda introducida por los eurodiputados Nuno Melo y Javier Zarzalejos, para colar en la directiva anticorrupción la prohibición de promulgar amnistías o indultar a condenados por malversación. La comisión parlamentaria iniciará ahora una negociación con el Consejo que es quien decidirá cómo quede finalmente la norma. El cambio de una directiva europea lleva su tiempo. Puede que más tiempo del que proporcione la renegociación de la ley con Junts, la nueva y prevista bajada de pantalones, y el parón a la amnistía en el Senado, donde la derecha tiene mayoría.
Quizá se refiriera a todo eso la señora Montero cuando hablaba de que “hay margen” para negociar. Al deseo de que cunda el tiempo. Porque el Gobierno y el PSOE acabarán por aceptar todas las cuestiones técnicas que haga falta. Pero… diga lo que diga el ministro Bolaños, Sánchez no es aún Cronos. No controla todos los calendarios.