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El desencanto

Por Álex Solar

 

 

En 1976, en los albores de la transición, Jaime Chávarri realizó la película El Desencanto, en la que indagaba en los avatares de la familia Panero, descendientes del poeta insignia del franquismo, haciendo de paso una biopsia del vejo régimen. A cuatro décadas de aquello, Chávarri, cineasta “intimista”, ha abandonado el cine alegando que no le interesa el que se hace actualmente. El cine español sufre de Alzheimer, salvo excepciones.

 

En La Sexta Noche Fernando Trueba y a Santiago Segura, promocionan la secuela de La Niña de tus ojos, escenificada en la España de los 50. El presentador los invita a armar un guión de cine con los personajes más relevantes de la política actual: el presidente Rajoy, Susana Díaz, Pablo Iglesias y, cómo no, Donald Trump, a quien ellos adjudicaron el rol de monstruo. Los dos realizadores parecían algo incómodos ante la risueña propuesta de Iñaki López y finalmente declinaron seguir adelante con el juego, diciendo que estaban más que hartos de estos personajes y, en general, de la política.

 

A mí me pasa lo mismo, similar hastío advierto a mi alrededor. Sean de derechas o de izquierdas, los ciudadanos tienen razones más que sobradas para no querer saber más de ellos. Se anuncia más austeridad teledirigida desde Bruselas, nos van a crujir a impuestos, como siempre, a la chita callando. Las huchas de los viejos se acabaron, quieren vendernos planes con la imagen de un humorista poco agraciado que se cree guapo. Y la izquierda no está ni se le espera. La están peinando y vistiendo, muy despacio. Según las encuestas del sacrosanto CIS no habrá trasvase de las ruinas del PSOE hacia un Podemos que se propone pasar de larva a crisálida en una metamorfosis transversal.

 

Hay tristeza, desgana y temor, miremos donde miremos. Jordi Évole sondea a los jóvenes y a sus maestros para recoger sus inquietudes, en un ejercicio de periodismo necesario, más allá de las tribunas de charlatanes 24 H en las que se han convertido las televisiones públicas y privadas. Los jóvenes (y “jóvenas”, si me apuran los torquemadas de la corrección política) dudan si podrán tener lo que fue la aspiración de sus mayores, un trabajo estable y digno. Algo que dejó de existir hace mucho tiempo.

 

Con suerte les harán contratos que les perjudican pero favorecen a las empresas, quieren que “sean como chinos, pero sin Mao”, como en la caricatura de El Roto. Entre ellos y el futuro se alza un muro más grande que el soñado por Trump. El miedo y el desencanto en los chicos no lo había visto nunca antes. Y duele. Esta es una película con mal guión y peores actores.

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