¿Dónde van los votos que no han servido para nada?
Prácticamente dos meses quedan para la celebración de los próximos comicios electorales, y cerca de un mes y medio para que el 12 de mayo comience oficialmente la campaña y nuestra isla se llene de carteles en los que distintos señores y señoras nos prometerán cosas, todas las cosas del mundo, con el fin de obtener nuestro apoyo. Y, por supuesto, nuestro voto, que es lo que realmente anhelan todos ellos. Nuestro voto es lo más preciado durante unos días.
Para conseguirlo no dudan en asegurar que con ellos las cosas van a cambiar, que la isla va a mejorar. Nos aseguran que Lanzarote se va a transformar y que la veremos como jamás la hemos visto. Y claro, tenemos nuestro corazoncito, y esas palabras bonitas nos hacen soñar con que puede ser una realidad. Pero, no.
Lo cierto es que lo que los ciudadanos vemos es como nuestras carreteras siguen igual o peor, legislatura tras legislatura; como nuestras necesidades sanitarias se desatienden por falta de infraestructuras o de personal sanitario, lo que hace que se prolonguen las listas de espera interminablemente; lo que vemos, cómo no verlo, es que seguimos sin aprobar los planes de ordenación que precisa la isla para desarrollarse ordenadamente… ¿para qué vamos a engañarnos? Lo que todos vemos es que seguimos como siempre, aunque no dejen de prometernos que vamos a estar como nunca.
Y, mientras tanto, todas esas promesas se amontonan, unas sobre otras, en una montaña interminable de desolación por todo lo que nunca tuvimos: el campus universitario, el Palacio de Congresos, un recinto ferial en condiciones, nos prometen más sostenibilidad, pero no hay espacio ni lugar para instalar las renovables porque quedan feas… En fin, la lista es interminable, y uno acaba por preguntarse ¿Dónde van nuestros votos? ¿Dónde van esos votos que no han servido absolutamente para nada pero que nosotros depositamos en las urnas con toda la ilusión del mundo porque nos creímos que sí, que esta vez sí?
Prepárense porque estamos a punto de entrar en época de promesas y vamos a escuchar a muchas personas, representando a otras tantas siglas, que nos van a prometer de todo con la esperanza de lograr conmover nuestro corazoncito y convencernos de que ellos sí, de que esta es la buena, de que a partir del 28 de mayo, todo va a cambiar. Debería de existir un seguro de voto, una cláusula obligada por la que el ciudadano tuviera derecho a exigir a sus gobernantes todo aquello que se han comprometido a hacer. Una garantía democrática de que efectivamente nuestro voto va a tener sentido. Los políticos deberían responder ante objetivos cumplidos, como ocurre en las empresas privadas y si no lo hacen, a otra cosa. Eso nos aseguraría un mayor esfuerzo y, sobre todo, la búsqueda audaz de los puntos en común, de los acuerdos para avanzar ante un objetivo único: la isla.
Con esa esperanza acudiremos a las urnas el próximo domingo 28 de mayo, haciendo de tripas corazón y rezando para que nuestro voto, por una vez, sirva para algo.