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Cuando el fútbol es como un libro de reclamaciones

Andrés Martinón

 

 

Este artículo se escribió una semana después de la victoria de la selección española de fútbol femenino. Es decir, calculo que una semana o algo antes de que ustedes estimados lectores estén ejerciendo como tal sobre estas letras. Digo esto porque no sé qué habrá sido de Rubiales después del revuelo por el ‘atraco’ a Jenni Hermoso en la celebración del triunfo.

 

Pero no voy a hablar de lo que hizo el presidente de la Federación. Primero porque en lo que pasa el tiempo entre el escrito y la lectura ya habrá una sentencia. Además, no lo hago porque (y es de lo que va a ir este artículo) el fútbol femenino, sobre todo lo que rodea a la selección, tiene siempre una súper carga política de 300 megatones. Es insoportable.

 

Profundizo. En el camino a la ansiada consecución de la estrella campeona, el brillante torneo realizado por las chicas, a excepción del partido de Japón, no se hablaba en ninguna de las tertulias o informativos de cuestiones clásicas de fútbol: el sistema con el que juega, los méritos de cada una de las componentes; las habituales estrellas o goleadoras de un equipo campeón, o simples anécdotas de convivencia entre ellas u otras cosas.

 

Creo recordar que cuando llegaron a la final se entrevistó a una periodista deportiva mítica, Paloma del Río, que lo único que hizo fue hablar de lo duro que ha sido llegar; de la discriminación, de los insultos y de las diferencias salariales y de estatus con la selección masculina y con las ligas de hombres en general.

 

Que nadie me entienda mal. El machismo en los campos y las diferencias abusivas deben erradicarse sin piedad, pero lo que no se puede es hablar de fútbol femenino y ponerse en clave manifestación perpetua y encima con tintes populistas, es decir, hay que seguir la doctrina de lo que es políticamente correcto y hay veces que eso ya cansa mucho.

 

Además, los agravios con el resto de selecciones o competiciones femeninas de otras disciplinas ya es que son terroríficos. Las chicas de baloncesto, waterpolo o las guerreras de balonmano logran sus hazañas siempre con menor tirón mediático pese a la continuidad en sus logros. La última en reclamar mayor atención ha sido la corredora de marcha atlética María Pérez que en la misma fecha que las jugadoras de fútbol ganaba el sábado el Mundial en la modalidad de 20 kilómetros y al día siguiente vencía también en la distancia de 35 kilómetros. Pero claro nadie le besó en la boca.

 

 

Evidentemente, luchar contra la fuerza del fútbol es imposible, pero vuelvo a lo mismo. En el caso del fútbol masculino, cuando hay gestas o campeonatos se habla de por qué somos buenos o por qué somos malos, pero con las chicas es una tensión constante que no sé si acabara hartando al espectador con más quejas que un libro de reclamaciones.

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