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Coge el dinero y corre…

Francisco Pomares

 

El Parlamento de Canarias ha iniciado el procedimiento para reformar su reglamento interno. Es algo que suele hacerse al final de cada legislatura, para retocar y hacer más ágil el procedimiento legislativo, que es –en todos los Parlamentos del mundo- de una extraordinaria complejidad y rigidez en sus trámites. Las reformas que se aprueban se aplican a partir de la siguiente legislatura. Hasta este año. Este año, y a propuesta de Nueva Canarias, los cambios que se produzcan en el reglamento entran en vigor desde el mismo momento de su aprobación y publicación. ¿Por qué esa prisa? ¿Se trata de poder aplicar alguna importante modificación en los trámites legales? ¿Para poder acelerar la aprobación de alguna ley de urgente puesta en marcha?

 

Pues no: de acuerdo con los tiempos para la reforma del reglamento, su aprobación definitiva se producirá en uno de los últimos plenos, probablemente en el último. El nuevo reglamento no tendrá efecto alguno en el funcionamiento legislativo. Pero si tendrá un importante efecto práctico para Sus Señorías: la propuesta de reglamento introduce por la puerta falsa la renovación automática del salario de los diputados, aplicando el mismo criterio que a los trabajadores de la cámara. A principios del próximo ejercicio, no habrá discusiones sobre si deben o no aumentarse el salario los diputados. Sencillamente se aplicará el mismo criterio que a los trabajadores parlamentarios, cuya retribución decide la Mesa, que es la que administra libremente los casi 37 millones de euros que cuesta el Parlamento. Pero ese no es el único motivo para adelantar la aplicación del nuevo reglamento. La prisa está en otro lado. Resulta que –además de la subida automática de los salarios- el reglamento establece que a partir de su aprobación, los diputados seguirán cobrando sus sueldos no hasta que el Parlamento se disuelva, como ocurre ahora, sino hasta que se constituya el siguiente, con lo que cobrarán algo más de un mes más. Pero no sólo: los diputados que resulten reelegidos seguirán contratados sin interrupción alguna durante abril… mayo… junio…, y a los que tengan la mala suerte de no reincidir, serán consolados con una indemnización equivalente a un mes de salario, para que no se sientan demasiado perjudicados. El nuevo reglamento regala a los diputados que repitan una paga por un tiempo en el que no trabajan como parlamentarios. Y a los otros se les consuela con una compensación creada ad hoc, para que no tengan muchos celos de los que repiten.        

 

Resulta tan obvio que la intención al adelantar la entrada en vigor es que Sus Señorías cobren este año dos o tres meses más de sueldo, que la cosa sería de risa si no fuera otro de esos escandaletes de andar por casas con los que a veces nos sorprende los partidos. Y hay más cosas chuscas que acompañan la aprobación del reglamento: antes, los grupos parlamentarios tenían que devolver al Parlamento, al final de la legislatura, el dinero que no hubieran usado del que les entrega la Cámara para su funcionamiento. La Mesa aprobó el martes que los grupos se podrán quedar esos cuartos, y transferirlos luego al grupo parlamentario que se cree después. Más pasta, por la jeta. Incluso desde un punto de vista jurídico el asunto apesta, porque los grupos parlamentarios se disuelven al acabar la actividad legislativa y se crean después otros, con otra composición, incluso con otra denominación, con otro NIF, en cada legislatura.

 

Todo esto, que se pretende aprobar a uña de caballo, es un subterfugio para que los aumentos salariales de sus señorías desaparezcan del debate público, y los partidos puedan disponer de un dinero que no es suyo, y que si no se ha gasta debería devolverse.

 

En fin, que estamos ante una reforma reglamentaria que más parece una negociación de convenio colectivo. Tampoco debería extrañarnos: en este país nos hemos acostumbrando a usar la reforma de la legislación para colar sigilosamente en las leyes indecencias varias. Y esta subida encubierta de salarios es eso: un insulto de gente que cobra entre 4.000 y 6.000 euros -sin contar lo que reciben por dietas- y además dos pagas extras, un insulto a un millón trescientos mil canarios que no llegan a fin de mes, o a los 365.000 que viven en hogares con una renta inferior a 454 euros. Si los diputados quieren subirse los sueldos y los partidos quedarse el dinero, que lo defiendan con claridad y asuman lo que van a hacer. Frente a la trágala de colar los sueldos por la puerta falsa y a oscuras, que se aplique la máxima que explica mejor que cualquier reglamento lo que es una cámara legislativa: luz y taquígrafos.

 

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