¿Acogida flexible?
Francisco Pomares
Más de mil personas en una semana: las cifras de migrantes que llegan a las islas en cayucos y pateras se disparan hasta recordarnos la emergencia del 2006, mientras una sociedad que ha perdido completamente la memoria sigue preocupada por cuestiones absolutamente triviales. Aquél año, el peor que han vivido las islas por la presión de la migración irregular, llegaron a Canarias más de 31.000 migrantes durante lo que se bautizó como crisis de los cayucos. La acción combinada de la unión Europea, el Estado, el Gobierno regional y las autoridades locales de Canarias logró superar aquella crisis, y reducir las llegadas a las islas.
Pocos años después, el número de inmigrantes cayó por debajo de los 1.500 anuales, y los gobiernos –todos- alardearon de haber controlado la situación. Se cancelaron centros de internamiento y recursos asistenciales, y se dio el asunto por resuelto. Hasta los años de la pandemia, en que las llegadas –y su correlato de muertes en el Atlántico- volvió a dispararse. Fue entonces cuando –tras una inesperada filtración de una carta de Pedro Sánchez al rey Mohamed de Marruecos, que incluía un compromiso de modificación de la posición histórica de España en relación con la descolonización del Sahara, se nos vendió la idea de que ese inesperado cambio de la política española respondía al compromiso de Marruecos de frenar la llegada de inmigrantes.
2022 fue en ese sentido un año más relajado en Canarias, y se pudo percibir una reducción constante de la presión en la zona del Estrecho. Pero este año –mientras se mantiene esa presión reducida sobre el Estrecho- las arribadas a Canarias han aumentado hasta provocar situaciones que antes habrían parecido increíbles, como la total saturación de los recursos en la isla de El Hierro, donde se mantienen en una situación de desbordado hacinamiento a los más de 400 inmigrantes llegados a la isla este fin de semana.
La situación es tan crítica, que la Delegación del Gobierno solicitó a Naviera Armas que disponga uno de sus barcos para el traslado de los recién llegados a El Hierro a la isla de Tenerife. Armas se ha comprometido a ampliar sus trayectos hoy con un viaje extra desde La Estaca a Los Cristianos. Como suele ser frecuente, la respuesta de las empresas que reciben solicitudes para actuaciones de urgencia, ha sido rápida. Hoy el ‘Volcán de Taburiente’ permitirá embarcar hasta quinientos recién llegados con destino a Tenerife, donde los recursos no están tan desbordados.
Pero no basta con medidas puntuales, respuestas de emergencia y la buena voluntad de quienes pueden ayudar. El Gobierno de la nación, que es el responsable de este asunto –el de Canarias sólo tiene competencia en menores- debe responder a las continuas peticiones del Gobierno regional para evitar que el problema siga creciendo. El presidente Clavijo, tras un encuentro telemático con el ministro del Interior, se reunió la semana pasada con el responsable de migraciones, el ministro Escrivá, para advertir de lo explosivo de la situación, que o no se entiende o se intenta ocultar. Del encuentro de Clavijo, que acudió a Madrid acompañado de la nueva consejera de Bienestar Social, se volvió con la promesa de Escrivá de establecer un sistema de ‘acogida variable’. ¿Acogida variable? Yo no veo esa flexibilidad por ningún lado.
El Gobierno de Sánchez no para de inventar nuevas terminologías, pero yo no me fio un pelo: apenas un par de días antes de la reunión, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, sacaba ufanamente pecho, presumiendo del éxito que –según él- se ha producido en la contención de la migración que antes llegaba de las costas marroquís, gracias al cambio de rumbo en las relaciones España-Marruecos. Albares dijo que el repunte de llegadas a Canarias no es responsabilidad del reino alauita, sino de la inestabilidad que existe en la zona del Sahel. ¿Y? ¿Quiere decir el señor Albares que la emigración que nos llega desde Mauritania, Senegal no es competencia del Gobierno? Da la impresión de que los ministros sólo actúan para justificar y aplaudir las ‘exitosas’ gestiones de su presidente, no para resolver los problemas reales que siguen aumentando. Por ejemplo, el problema que supone para Canarias que haya en las islas hoy más de dos mil menores emigrantes, a los que el Gobierno de la nación no ha logrado derivar a otras regiones españolas.
El sistema de atención de menores esta nuevamente saturado y al borde del colapso, porque Madrid sólo actúa cuando una noticia indeseable pone la situación en el foco de la actualidad nacional. ¿Vuelven a esperar por algún acontecimiento dramático? ¿No basta con lo que ya está ocurriendo? Canarias necesita que el Estado reaccione y ponga más interés –y más medios- cuanto antes.