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Abrir la puerta

Francisco Pomares

 

Los mosquitos del género Aedes (en griego: odioso) tienen muy mala fama entre la comunidad científica, y además la enfrentan y dividen desde hace tiempo, entre los partidarios de mantener al bicho en su género y los partidarios de cambiarlo. Y aquí lo de género no va con segundas, aunque es cierto que entre los tigres (Aedes albopictus / Odioso pintado de blanco) ocurre que la hembra es mucho más agresiva que el macho. El mosquito dedica todo su tiempo a libar néctar de las flores, mientras que es la doña quien se encarga de picar –preferentemente en las canillas y otras partes de las extremidades inferiores- a sus víctimas. A los humanos puede contagiarlos de hasta una veintena de enfermedades tan variadas como la fiebre amarilla, la malaria, el Dengue, el Zika, el virus del chikungunya y el virus del Nilo, todas ellas patologías importadas, pero que la generalización de los viajes, la emigración desde el sudeste asiático y el cambio climático han contribuido a expandir por todo el mundo. El automóvil ha sido un factor importante en la transmisión de esas enfermedades, porque el tigre es un insecto bastante vago: prefiere desplazarse en coche, según demuestran estudios recientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Gracias a eso ha logrado desplazarse por grandes distancias, y colonizar territorios muy distantes entre sí.

 

El tigre es el primer mosquito Aedes que llegó a la España continental, a bordo de barcos que transportaban neumáticos. La primera colonia importante detectada en nuestro país fue localizada en San Cugat del Valles, un pueblo dormitorio cercano a Barcelona, con algo menos de cien mil habitantes. Fue inmediatamente declarado especie invasora por Medio Ambiente, e incluido en la lista de las cien especies invasoras más dañinas del mundo. 

 

Ya conocido en Canarias, el tigre realizó su primera incursión detectada en Fuerteventura poco antes de declararse la epidemia de Covid, y ha bailado desde entonces por La Palma, hasta que fue liquidado hace pocas semanas, tras su detección en el puerto de la capital palmera en marzo del año pasado. También se encontraron ejemplares en diciembre pasado en un domicilio del barrio del Toscal, y en septiembre de este año en un invernadero de Tacoronte. Ahora ha decidido instalarse en alguna de las viviendas de la chicharrera calle Luque Alcalá, en la Vuelta de los Pájaros. Los servicios de Salud Pública lo persiguen de forma incansable, y han desarrollado batidas por la zona, dando con varios focos de ejemplares aún larvarios en varias calles cercanas, e incluso con ejemplares adultos, en las inspecciones realizadas en la calle Juan Martín. Las hembras de los mosquitos tigre suelen depositar sus huevos en zonas húmedas y entornos rurales de vegetación muy densa, pero se adaptan con facilidad al entorno urbano donde encuentren agua. Los platos que se colocan bajo las macetas son un lugar perfecto para que las larvas se críen, pero también lo es cualquier otro lugar donde puedan mantenerse empozados restos de agua.

 

La cuestión es que algunos vecinos de Vuelta de los Pájaros se han negado a facilitar a los sanitarios del servicio de Salud Pública el acceso a sus viviendas, vaya usted a saber por qué. Están en su derecho de hacerlo si no media una orden judicial, porque en este país la vivienda es inviolable siempre que no sea usted un okupa, pero el peligro de una expansión es enorme: la especie puede procrear a gran velocidad -entre cinco y 17 generaciones por año- y los huevos de mosquito tigre resisten incluso la desecación, protegiendo la vida de las larvas.

 

El profesor Basilio Valladares, que de todo esto sabe un rato, se ha dirigido a los vecinos en un mensaje grabado en redes sociales, implorando a los díscolos que se dejen de historias y permitan el acceso a sus domicilios para determinar que están limpios de infección. Es una petición de obligado cumplimiento, si se quieren evitar consecuencias que podrían llegar a ser dramáticas. Varias de las enfermedades que el mosquito tigre puede transmitir son mortales, y otras tienen una enorme contagiosidad. Es absurdo retrasar el acceso de Salud Pública a las casas de Vuelta de los Pájaros, que al final acabara por producirse. A los sanitarios no le interesa lo que los vecinos guarden en sus casas. Van buscando larvas de mosquito, o mosquitos ya desarrollados, capaces de transmitir enfermedades peligrosas. Lo que pueda fumar o vender el vecino no les importa ni les atañe. Pero podría ocurrir que permitir el acceso sin más demora ni reparos, salve a mucha gente de una enfermedad peligrosa y sus secuelas. Y entre esa gente, el primero que puede estar en riesgo de ser contagiado es precisamente el que se niega a abrir la puerta.

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