Abramos Nuestros Mercados
Antonio Salazar
La reciente decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de acoger al barco Aquarius debería haber supuesto la apertura de un debate más allá de lo sentimental. Es claro que cualquier persona de bien debería respaldar la ayuda humanitaria en esos casos de peligro inminente pero acto seguido debe ponerse sobre la mesa las causas y soluciones con el fin de que no se vuelva a repetir. En Estados Unidos, los inmigrantes son recibidos bajo una promesa de recompensa al trabajo duro, esfuerzo y mérito. Es evidente que este ascensor social yano opera de la misma manera que en el pasado pero siempre fue un modelo. La UE sigue un patrón diferente, sin exigir nada a cambio, los inmigrantes obtienen enormes beneficios sociales propios de nuestros hiperdesarrollados estados del bienestar. Un imán para personas jóvenes que viven atrapadas en sus países de origen por razones diversas. El colonialismo europeo condenó al continente negro al dividirlo en 54 partes sin escala suficiente para desarrollarse. La historia de extracción no ha sido menor operando en forma de condena y sus propios problemas “institucionales” han batido el cóctel del subdesarrollo adecuado para que esa gran herida se mantenga abierta.
En Europa vemos la irrupción de populismos de derechas que atacan la idea de acogida de los inmigrantes. Que sea una mala idea no es óbice para entender el origen del malestar, esas mismas personas que trabajan y pagan sus impuestos ven con preocupación como personas llegadas de fuera, más jóvenes y baratos, los pueden dejar sin empleo, los servicios públicos se deterioran y hasta la seguridad parece empeorar. Un sentimiento que será convenientemente alentado por políticos sin escrúpulos.
En Europa se destinarán en el periodo 2014-2020 más de 400 mil millones de euros a la liberticida Política Agrícola Común (PAC), que subvenciona nuestro ineficiente agro e impide que productos del exterior puedan ingresar en nuestros mercados ricos. Es la gran potencialidad de África, acaso su última esperanza para retener a sus más valiosos y jóvenes miembros en sus países de origen. Algunos acuerdos de libre comercio intraafricanos firmados en el continente han incrementado las posibilidades de desarrollo pero son insuficientes. Aunque es un mercado enorme de personas, éstas no tienen los recursos suficientes para conseguir que abandonen ese círculo vicioso de la pobreza. No pueden seguir perdiéndose los beneficios clásicos del comercio mientras que nosotros podemos ayudarlos limitando nuestras prebendas a lobistas empeñados en proteger sus negocios, restringiendo la posibilidades de elección de los consumidores y encareciendo artificialmente los alimentos que consumimos. No es dable oponerse a la llegada de inmigrantes (por otro lado, cada vez más necesarios en una poblacióntan envejecida como la de la UE) y al tiempo, cerrando nuestras fronteras a sus productos. Al menos, un poco de coherencia.