A mí, ustedes, me parecen estupendos
Mar Arias Couce
Escuche aquí la lectura de la columna por parte de su autor.
Lanzarote acogerá en los próximos días la octava edición del Encuentro de Fotografía y Artes Visuales que organza Veintinueve Trece y que está dedicado, en esta ocasión, al Fracaso. Me quedé pensando al leer la noticia en que en este siglo en el que vivimos la sensación de fracaso para gran parte de la población es casi inevitable. Me explico. Vivimos en una época en que lo que se nos exige es sólo superable por la autoexigencia, es decir por todo aquello que nosotros mismos nos exigimos, y esa auto imposición constante no suele acabar en nada bueno.
Nuestra vida está marcada por las metas casi desde que nacemos. Se nos pide que seamos los mejores en clase, en las actividades extraescolares, que seamos líderes en nuestro grupo de amigos. Populares, como dicen en las películas americanas. Si eres tímido, mal lo llevas. Se nos exige luchar a brazo partido para incorporarnos al mercado laboral en las condiciones que sean, algo que las nuevas generaciones tienen complicado. Hay que crecer, además, o eso se presupone en el escalafón de la empresa que sea. Triunfar. La sociedad solo quiere a los triunfadores, parece que nos gritan los anuncios. Es casi una obligación.
Si te casas, debes ser la pareja perfecta. Si decides ser madre o padre, has de ser un progenitor ejemplar. Tus niños, los más altos, guapos, estudiosos y deportistas. Si tienes un perro, el mejor compañero del mundo… Si eres gordo, debes adelgazar, si, por el contrario, eres demasiado delgado, no debes dar mal ejemplo a los más jóvenes.
Llegar a todas las metas que nos marcamos es agotador.
Las imágenes con las que nos comparamos en todos los campos nos marcan un camino que, en casi todas las ocasiones es equivocado, y que está destinado a un sentimiento de fracaso inevitable.
Ya decían las abuelas, ellas sí que sabían, que las comparaciones son odiosas, pero nosotros nos empeñamos en compararnos. Constantemente y en todos los campos. Lo cierto es que contra el sentimiento de fracaso está el de la autoestima, pero ese no nos lo enseñan a trabajar tan bien, y tal vez es el más importante de todos.
Nadie triunfa en todos los campos, ni tampoco nadie fracasa en todos los aspectos, y lo que es más importante, nos debería dar lo mismo la opinión de los demás, algo que en un universo marcado por las redes sociales entiendo que es complejo.
Me da miedo, en este sentido, la generación que nos viene. Es preciso trabajar mucho con ellos la capacidad de quererse, apreciarse y valorarse a sí mismos.
Así que ya saben si no son los mejores en todo, si no han logrado formar la pareja perfecta, que sus hijos sean los mejores de la clase, tener el trabajo soñado, comer cinco piezas de fruta al día y ser más guapos que Jenifer Aniston y Brad Pitt con veinte años… no pasa nada. A mí me parecen ustedes estupendos.