A la vejez, viruelas
Por Álex Solar
Mientras la hucha de las pensiones exhala su último suspiro, la Ministra Báñez se saca de la manga una de las medidas propuestas por el último programa electoral del PP, según nos enteramos por la prensa, porque dudo que alguien lo haya leído. Los ciudadanos que alcancen la edad de jubilación actual, es decir 65 años, podrán seguir trabajando y recibir el total de esa pensión. Algo que hasta ahora estaba severamente restringido con el recorte de la mitad de esa, por lo general, exigua renta. La medida es un arma de doble filo y como tal deberíamos considerarla los que estamos en esa situación, lo mismo que el resto de los ciudadanos en activo, pues el ingreso en materia de cotizaciones sería inferior, sin contar que de esta forma los perjudicados podrían ser (todavía más aún de lo que están por el paro) los jóvenes demandantes de empleo.
Parece justo, por otra parte, que la sociedad no discrimine a los mayores que se sientan aún con energía para entregar su fuerza de trabajo y conocimientos (la experiencia, se nos dice) y éstos puedan participar voluntariamente en la sociedad y la economía del país. En Chile, que desde la década de los 80 adoptó un sistema de pensiones “revolucionario” (fue adoptado en más de una veintena de países) hay ancianos que siguen trabajando. En muchos casos para sobrevivir, pues con este plan de pensiones implantado en plena dictadura militar la sustitución del antiguo sistema estatal por otro de aportaciones individuales a las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones, entidades financieras privadas), solo les garantiza ahora una renta que está por debajo del sueldo mínimo. En Argentina y países como Hungría y Polonia, tuvieron que echar pie atrás. En Chile tengo un amigo que tras una vida dedicada a la docencia en una escuela de formación profesional trabaja de conserje para pagar la educación superior de sus hijos. Ante esta situación miles de jubilados se han echado a las calles a protestar, por lo que el gobierno de la socialista Bachelet ha debido revisar su situación y estudiar una nueva reforma del sistema que pasaría por regresar a la imposición de cotizaciones por parte de los empresarios.
Pues bien, en España se aproximan tiempos difíciles para los que formamos parte de esa masa enorme y creciente de la tercera edad. A partir de los 65 años los que se mantienen activos son muy pocos y se cree que además hay una gran economía sumergida entre los que trabajan por su cuenta (tal vez es eso lo que se pretende, aflorarla).
A ver si vamos a tener que ser los viejos, una vez más, los que saquemos adelante a este país, trabajando por nuestros hijos y nietos. A la vejez, viruela.