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23-F: el golpe del PSOE

Francisco Pomares

 

Xavier Trías, ex alcalde de Barcelona y actual representante de Junts en la ciudad condal, es ese señor que se cogió un solemne rebote cuando el PP decidió votar al candidato del PSOE para evitar que los independentistas catalanes controlaran la ciudad. Derrotado en el último minuto por la decisión de los de En Común Podem de votar al socialista Collboni sin entrar en el Gobierno, y del PP de votar también a Collboni si En Común Podem no entraba en el Gobierno, el que fuera alcalde de Barcelona hasta ser desplazado en 2019 por Ada Colau, pronunció cuatro años más tarde una frase categórica: “me había preparado un discurso totalmente distinto del que haré”, dijo, “pero a mis 76 años les puedo decir, tranquilamente, que les zurzan a todos. Que les den, que les den, que les den”. Parece que no fue capaz de reaccionar con seny a la operación de partidos constitucionalistas que en junio de este año le dejó fuera de la alcaldía.

 

​Este Trías es el mismo que ayer se descolgó asegurando que nadie puede creer que el asalto al Congreso de febrero de 1981 “fue un golpe de Estado del señor Tejero”. Según dijo Trías, el PSOE estaba detrás del golpe del 23-F, una acusación de extrema gravedad, y difícil de sostener, cuando es sabido que lo primero que hizo Tejero tras la toma del Congreso fue llevarse a Felipe González y Alfonso Guerra, junto a varios dirigentes del Gobierno y líderes políticos destacados, a una habitación del Congreso para tenerlos especialmente vigilados.

 

En su último libro –La rosa y las espinas, versión literaria del documental de Manuel Lamarca sobre la vida y milagros de Guerra- el que fuera todopoderoso vicesecretario general del PSOE felipista, recuerda que durante aquél encierro, la mayoría de sus compañeros pensaban que Tejero se los había llevado para asesinarlos, y que él urdió un ardid para hacer saber a sus colegas, también retenidos en sus escaños del Congreso, que seguía vivo.  

 

​Las teorías conspirativas sobre la participación del rey Juan Carlos, del PSOE o del conejo Bugs Bunny en el golpe tienen antecedentes previos al disparate de Trías. Fueron alentadas por la ultraderecha española, precisamente para deslegitimar la intervención del rey parando el golpe, y también para pringar a los socialistas en una operación destinada a purgar el país con una buena dosis de ricino castrense. Como ocurre con todas las teorías conspiranoicas, esta sigue dando tumbos en las redes, convenciendo a algunos incautos y aportando nuevos lances, el último de cierta entidad, un irresponsable documental fake de Jordi Évole, inspirado en esos tebeos de la Marvel que se preguntan que habría ocurrido si las cosas hubieran sido de otra forma distinta a como realmente fueron. El invento de Évole fue considerado un gran scope periodístico, además de convertirse en un enorme éxito televisivo. En un país distinto al nuestro, cualquier periodista tendría que rendir cuentas por contar trolas, pero en España,  ocurre todo lo contrario: “se non é vero é ben trovato…”

 

​La trágala de la participación del PSOE en el golpe de Tejero tiene –como casi todo- base para la construcción de un relato creíble:  se origina en un encuentro –una comida en Lérida- que el diputado socialista Enrique Múgica y el general Armada, mantuvieron el 22 de octubre de 1980. Son muchas las investigaciones que se han producido -incluso varias de carácter académico- para explicar qué es lo que llevó a Mujica, a la sazón presidente de la Comisión de Defensa del Congreso, a reunirse con Armada y otros comensales, en un contexto en el que ya se hablaba en los mentideros madrileños de la necesidad de un golpe de timón para sacar a Suárez del poder. La participación en el encuentro de Armada, un general que había sido secretario general de la Casa Real, es fruto de una invitación cursada por el alcalde de Lérida, y existen varios testimonios coincidentes sobre lo que se habló en el encuentro, en el que –en ningún momento- Armada reveló su intención de ser nombrado presidente del Gobierno –la llamada ‘Solución Armada’-, aunque sí se mostró muy crítico con Suárez y con la debilidad de su Gobierno frente a ETA. Múgica informó de su encuentro a su partido, y tras el golpe, aguantó estoicamente las críticas. Varios años después, en 1988, fue nombrado Ministro de Justicia en el Gobierno de Felipe González.

 

La boutade de Trías no se sostiene. Es apenas otra demostración más de la absoluta falta de lealtad que al PSOE le cabe esperar de Junts y su atrabiliaria corte de notables. Aún así, Sánchez y su partido parecen hoy dispuestos a tragar con todo: si la condición para que Junts vote la investidura, fuera que el PSOE acepte que estuvo detrás del golpe del 23F, no duden que al final encontrarían la forma de aceptarlo y justificarlo.

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