La reina rapea por la salud mental
Andrea Bernal
Lo dijo claro: habló de escasez de psicólogos, habló de los riesgos de contemplar la salud mental como un asunto de moda, de la necesidad de nuevas políticas para mejorar la vida de las personas y enfatizó sobre la importancia de nuestro modo de vivir sin asumir la existencia de esta problemática.
Debemos asumir que la salud mental es también consecuencia de nuestros ritmos vitales en la sociedad actual, de una maquinaria laboral que nos impide tener espacio para el ocio, de la velocidad de un mundo que atiende a lo “aparentemente” urgente antes que a lo importante. En definitiva, de la gestión de nuestro tiempo-tiempos.
Pero también somos consecuencia de nuestro impulso por vernos entre pantallas. Ya no sentimos el cuerpo. Hemos perdido la palabra directa, y, en consecuencia, esta falta de un logos aristotélico natural -no encerrado en WhatsApp-, provoca soledades.
La soledad es una de las primeras alertas. La paradoja de un mundo en red que, sin embargo, tiembla.
Todos hemos padecido de forma directa o indirecta, entre familiares, la impotencia del desconocimiento, de un cómo ayudar, de la falta de información y medios en la salud mental.
No podemos quedarnos a la cola de otros países europeos a este respecto.
Los centros hospitalarios o los propios centros de salud mental necesitan mejoras, necesitan insertarse en la naturaleza, convivir con esa añorada calma que permite recuperar nuestras ánimas y a nosotros mismos.
Que haya un aumento de casos en las diversas de patologías es también fruto de haber perdido esa naturaleza y nuestro modo de con-vivir con ella.
Sí. El cambio climático es también una arista de la salud mental.
En un mundo ínter-pluri-disciplinar, al modo que nos recuerda Edgar Morin, es necesario insistir en nuevos modos de ver que impliquen pensamiento complejo, que hagan comprender la red y conexiones que hay entre nuestros modos “artificiales” de ser y nuestra Matria.
Necesitamos hablar de salud mental, necesitamos creatividad y apertura, cuidado y “cultivo” por nuestro planeta.
La reina no es ajena a esta realidad. Muy al contrario, se implica en cambios sociales constantemente y ayuda a visualizar nuestras dificultades y ser conscientes de las mismas.
La reina sí rapea, porque el arte – el rap, la poesía- tiene que ver también con una entrega desde las palabras o la música, hacia el otro. Y su compromiso es firme.