Casos del inspector Jack III
Andrea Bernal
Todos miraban estupefactos el cadáver. El Señor Roquefort, conocido Juez de Lanzarote, no pronunciaba palabra. Manuel, el forense, estudiaba minuciosamente el cuerpo. Y el Señor Gula, el párroco que se había presentado de improvisto, comenzó a rezar el rosario.
El ambiente era solemne, grisáceo, sobrecogedor.
La policía miraba con detenimiento la escena del crimen, el cuello asfixiado de aquel cuerpo.
Jack volvió a ver la marca “Caute” frente a la pierna de la mujer.
¿Había dejado el asesino esa extraña inscripción con algún propósito?¿Era su señal de identidad? ¿Cuál era el motivo de aquella tinta roja que parecía sangre?
El inspector Jack recordó que su amigo Gerard era experto en símbolos. Quiso llamarle pero su móvil se había apagado.
Tendría que ser por la tarde. Además debía contarle todo el suceso.
Sin duda el inspector Jack había llevado una vida muy tranquila jubilado en Lanzarote.
Este caso volvería a cambiar su vida. Todos los pliegues de un caso, minuciosamente dispuestos, como piezas de puzzle habían formado parte de su vida los últimos años en Oxford y Londres.
-Oh, what a life! Se repetía a sí mismo.
Nada le hubiera hecho sospechar que podría volver a casos así. Nada después de una noche entre copas en el Bogarts de Puerto del Carmen con su amigo Gerard. Nada después de saborear el exquisito marisco de la Cofradía.
Lo más extraño es cómo había amanecido en la costa de Famara. No recordaba nada. Parecía un sueño largo y borroso del que no podía despertar.
Ahora debía volver a casa. Los seis agentes de policía le miraban con cierta extrañeza y se ofrecieron para llevarle a casa. También el juez Roquefort, entretenido en volver a peinar su cabello blanco revuelto y descosido por el viento de Famara, parecía mirarle con sospechas.
Jack empezó a sentirse fatigado, torpe, desconcertado tras esas últimas 24 horas.
Se metió en los asientos traseros del furgón de policía que le llevarían a casa con intención de descansar y tratar de no pensar tanto en el crimen, pero entonces, empezaron las preguntas.