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Capricho subacuático

Por José María de Páiz

 

 

DeCaires es lo que se denomina un bioescultor. Lógicamente, este concepto viene dado porque su trabajo va orientado en pro de la sostenibilidad del medio donde se coloca su obra, así como que ésta es realizada con materiales no contaminantes.

 

El Cabildo de Lanzarote ha tenido a bien encargarle un museo submarino que se ubicará en las aguas del sur de la isla. Su superficie será de de unos 80 metros cuadrados y su presupuesto ronda los 700.000 euros.

 

Esta instalación será la primera de estas características en Europa. En el mundo hay tres experiencias similares, me vienen a la cabeza las Antillas o Cancún. El flujo de buceadores que se sumergen para ver las creaciones del británico en Méjico es de 250.000 personas al año.

 

Ya está demostrado que el impacto económico generado por las denominadas esculturas submarinas allá donde son visibles es más que sustancioso. Las profundidades del mar no se contaminan, todo lo contrario, las instalaciones se transforman en arrecifes de coral que regeneran la flora y fauna de la zona.

 

El turista exige nuevas experiencias en destino y demanda oferta complementaria. No lo digo yo, lo dicen las respuestas de las encuestas que se les hacen cuando abandonan la isla. Nosotros queremos visitantes de “calidad”, educados con el medioambiente y con dinero, y dicen los expertos que en su generalidad los buceadores lo son.

 

Las buenas ideas son muy difíciles que aparezcan y poder hacerlas realidad, mucho más. Creo que en este caso se ha acertado de lleno. No se va dejar de construir un hospital por el museo. Nadie va a pasar hambre por el “capricho subacuático”, es todo lo contrario. Imagínense lo que pudieron pensar los habitantes de Lanzarote cuando en la segunda mitad del siglo pasado se comenzó a invertir una cantidad desorbitada de dinero para hacer realidad los Centros de Arte y Cultura diseñados por Manrique.

 

A medio y largo plazo se verán los beneficios en la isla. Si no es así, me desdeciré, me disculparé, me haré más descreído y tristemente pensaré: me la han pegado.

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