El "tufo" del vino ha causado otra tragedia en una bodega, esta vez en Valdepeñas (Ciudad Real). Un joven trabajador de 27 años fue encontrado inconsciente en el interior de la bodega, situada junto a la autovía A-4 en dirección a Madrid, la noche del martes. A pesar de la rápida intervención de un equipo médico con una UVI móvil, solo se pudo certificar su fallecimiento.
La muerte fue provocada por la inhalación de dióxido de carbono, gas liberado durante la fermentación alcohólica del mosto para producir vino. Las levaduras transforman el azúcar de las uvas en alcohol y anhídrido carbónico, un gas inodoro e incoloro que, en altas concentraciones, causa pérdida de consciencia y muerte por asfixia en pocos minutos. Aunque normalmente no es peligroso, este gas es letal cuando se acumula en el suelo debido a su mayor peso comparado con el oxígeno. La importancia de una buena ventilación en las bodegas, conocida desde hace siglos, no siempre previene estos accidentes mortales, especialmente en los primeros días de la vendimia.
En el pasado, se utilizaban velas para detectar la presencia de dióxido de carbono; si la llama se apagaba, significaba que había que evacuar la bodega. Hoy en día, las bodegas están equipadas con sensores que monitorean el CO2, pero los accidentes aún ocurren. El dióxido de carbono es crucial en la producción de vino, ya que controla los niveles de oxígeno, protege el líquido, mejora el frescor y la maceración carbónica, y aporta un aroma peculiar a vinos blancos y rosados. Sin embargo, la seguridad sigue siendo un desafío en las bodegas, donde este gas indispensable puede ser mortal.