El virus hace el agosto entre los jóvenes y compromete el verano turístico
La masiva llegada de vuelos de diferentes puntos de Europa, y en especial de la península, a finales de julio, supuso una luz al final del túnel en el ambiente de incertidumbre que vive la industria turística debido a la pandemia. El sector está subido en una especie de montaña rusa donde un día todo parece ir a la perfección, y Alemania e Inglaterra levantan las restricciones para que sus habitantes pueden viajar a la isla sin problemas, y otro día, dos o tres semanas más tarde, la situación cambia de manera radical y se vuelven a imponer las cuarentenas y los problemas para viajar.
En cualquier caso, la lectura más positiva que se puede hacer es que gracias al avance del ritmo de vacunación, tanto en los países emisores como en Canarias, y al pasaporte Covid de la Unión Europea, será difícil que vayamos para atrás. Pero lo cierto es que nadie esperaba que las cosas se complicaran tanto en el mes de julio, hasta el punto de que, en la última semana del mismo, después de llevar semanas con cifras muy positivas, el Archipiélago sumó una media de 800 casos diarios.
El covid, cuya misión es sobrevivir como sea, se ha cebado en todas aquellas personas no vacunadas, bien porque aún no les ha llegado su turno o porque no creen en la vacunación, para hacer su ‘agosto’, nunca mejor dicho. Especialmente, los más jóvenes han sufrido toda la voracidad del covid-19. Lo cierto es que, a pesar de que el aumento del ritmo de los contagios es preocupante, la presión sanitaria sigue siendo aceptable, precisamente gracias a que los sectores más débiles de la población ya han recibido la pauta completa de la vacunación y, por ese motivo, las muertes han disminuido y las UCIs no están saturadas. Además, la mayoría de los nuevos casos se producen en la población de menor edad, que tienen menos posibilidades de acabar hospitalizados, pero, si algo nos ha enseñado esta pandemia, es que, aunque las cosas estén bien hoy, mañana pueden cambiar.
Pese a todo, no se comprende, o al menos nosotros no entendemos, la obsesión de subir a Lanzarote de nivel cuando los indicativos no parecían exigirlo. Ni la incidencia acumulada, ni los fallecimientos, ni los ingresos en UCI o en planta exigían un aumento de fase, especialmente porque el comportamiento de la isla ha sido el mejor de Canarias. Lanzarote ha sufrido, en opinión de la mayoría de la población, un trato discriminatorio. Pero sobre todo cuando los parámetros para analizar la tensión pandémica de un lugar han cambiado radicalmente. Por suerte, no es lo mismo 30 contagios diarios en Lanzarote hoy que hace tres meses.
La isla comienza agosto con las playas, los bares y restaurantes a tope, pero el aspecto negativo es que la mayor parte de los turistas que llegan optan por apartamentos, villas turísticas o alquiler vacacional. Tan solo un pequeño porcentaje, un 40% se decidieron por hoteles a finales de julio, una media muy baja que indica que aún queda por recuperar la turoperación, pero, el cambio ya es esperanzador de cara a la temporada de otoño. Ahora mismo ya está abierta el 60% de la planta alojativa, otro indicador positivo, pero hasta que la turoperación no funcione con normalidad, será difícil que los hoteles tengan rentabilidad. La esperanza es que en agosto se mantenga un 60 0 70% en la mayoría de los hoteles, si se logra, que no va a ser fácil, el futuro de la isla será bueno.
No podemos olvidar que seguimos en pandemia y que todavía, entre eres y parados, hay más de 30.000 personas que no están trabajando. Las empresas están con la lengua fuera y pendientes de un hilo para seguir aguantando el tirón que ya dura demasiado. Las ayudas institucionales son claves para soportar esta situación. Llegar a la orilla es la salvación.