Un día azul tirando a azul celeste
Francisco Pomares
Después de que le cancelaran el vuelo a Tenerife el domingo, y le fastidiaran su acto tinerfeño, Núñez Feijóo, hizo doblete ayer en Canarias: callejeó por La Laguna con Ana Zurita y ofreció un mitin en Las Palmas con Manolo Domínguez y la candidata a la alcaldía, Jimena Delgado. Parecía satisfecho, y no sólo por el llenazo de Valencia. Los últimos sondeos permitidos esta temporada le trajeron buenas noticias: por un lado, ese sondeo de urgencia del CIS del fantástico Tezanos, que se acerca ya un reconocimiento del patio real, reduciendo la distancia entre el PSOE y el PP (siempre a favor del PSOE, claro) a poco más de dos puntos. Es verdad que dos puntos son en política algo así como los restos de Bajmut en Ucrania: un territorio donde todo puede cambiar, o no cambiar nada, aunque en el esfuerzo se echen los restos.
Pero aparte la chiripitifláutica encuesta de Tezanos, a Feijóo le han saludado con bastante alegría la mayor parte de los más de setenta sondeos publicados ayer y anteayer en los medios de comunicación de toda España, alertando del avance del PP en las dos regiones claves del país -Madrid y Valencia-, donde se cocina el solomillo del festín electoral. La práctica desaparición de Ciudadanos, y la concentración del voto que no es de izquierdas en el PP, parecen apuntar en la dirección de cambios importantes en el mapa de las municipales y regionales. Justo lo que Feijóo necesita para llegar a las generales en posición de caballo ganador de la carrera.
Ayer, el patrón de la derecha española ocupó todo su tiempo en remachar los anuncios electorales de Sánchez y acusarle de estar instalado en el tongo permanente: calificó su reciente propuesta de destinar 38 millones a salud mental y 583 a la atención primaria, como “una broma” más del Gobierno, a las que hay que poner punto y final. Es difícil que eso ocurra, por lo menos de aquí a las legislativas: Sánchez va a seguir prodigándose en medidas de carácter electoral, centradas en las dos líneas de actuación que más parecen preocupar a la gente –Sanidad y Vivienda- con golpes de efecto pegados al telediario, como esos 38 millones para salud mental un par de días después del suicidio de las gemelas Anastasia y Alexandra, las niñas rusas de 12 años que murieron el viernes después de tirarse juntas por una ventana de su vivienda. 38 millones no parece una cifra que vaya a cambiar sustancialmente la atención a la salud mental en España, pero sirve bien para seguir alimentando la maquinaria de estas elecciones locales y regionales tirando del presupuesto del Estado.
Un presupuesto del que salen cosas como las decenas de miles de viviendas anunciadas (pero que nadie verá, si llegan a verse alguna vez, antes de que pasen cuatro o cinco años), o esos 583 millones para mejorar la atención primaria todo el país, un dinero que parece mucho, y lo es, pero según para que se use: con él se pagaría lo que cuestan las siete mil plazas nuevas de personal sanitario en las islas y aún sobraría para contratar a casi tres mil más. La pena es que el dinero no sea para Canarias sino para atender las necesidades de todo el país.
Aparte de Sanidad y Vivienda -recordó Feijóo- esta campaña de bromas se dirige también a captar la atención de viejos y jóvenes, dos grupos de población que no parecen demasiado entusiasmados ni con este Gobierno ni con ninguno: cine gratis para los mayores, e interrail a destajo para que los jóvenes puedan recorrer a su antojo los paisajes de España, ejem. Pero la mejor píldora asesina de Feijóo, la que reparte a destajo en todas las etapas de su gira prepresidencial, anticipo de la que se nos viene encima antes de fin de año, es la que aspira a ganar para el PP el voto moderado que resiste en el PSOE. Los medios del Gobierno acusan a Feijóo y Ayuso (dos políticos con segundo apellido) de disputarse recíprocamente terreno y funciones. En realidad lo que parece es justo lo contrario, que han repartido las tareas para que la finca tenga buena cosecha. Ayuso cultiva sin complejo alguno el voto voxero más radical, y Feijóo se dirige a los socialistas de antes, felipistas de toda la vida, reclama para su PP centrista y moderado el voto constitucional de 1982, y les recuerda que Sánchez les ha robado el PSOE y se lo ha quedado sólo para él. Es un gran argumento de campaña. Sobre todo, porque es la verdad: hasta el CIS asegura que si la participación en las próximas generales fuera parecida a la de noviembre de 2019, 600.000 personas que entonces votaron PSOE lo harían ahora por el PP. Y es en ese caladero en el que lleva semanas pescando Feijóo. Por cierto, que no sé que hago yo (y todos los demás) hablando de las próximas elecciones, cuando estas aún no se han celebrado.