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Tasar sin tasa

 

Antonio Salazar

 

 

La campaña electoral ha vuelto a traer a la primera línea de actualidad la ya famosa tasa turística, sobre la que este medio de comunicación editorializó en términos muy razonables. Compartimos que no hay una sola razón que justifique su implantación y añadimos una serie de argumentos que deberían estimarse antes de avanzar en su imposición, so pena de incurrir en los mismos errores que han sido denunciados recientemente por el Colegio de Economistas de Las Palmas al poner de manifiesto que el Arbitrio para la importación y Entradas de Mercancías en las Islas Canarias (AIEM) ha sido más dañino que beneficioso. ¿Quién duda de las buenas intenciones con las que fue instaurado?

 

Se nos dice que el turismo genera externalidades negativas que habrían de ser compensadas. Asumamos que es cierto, aunque sería conveniente analizar si no lo están ya dado que genera el 40% de los empleos de Canarias y el 35% del total de ingresos de las administraciones. Se defiende, también, con el insólito argumento de que ya está vigente en otros lugares, como si eso la hiciera mejor o más apetecible, lo que es mucho suponer.

 

Como no hay nada mejor que las buenas intenciones para juzgar una política pública -nada luego de evaluar resultados- se nos dice que tendrá carácter finalista, que servirá para mejorar el destino turístico. ¡Parece falso, Rick! Ya sabemos las capacidades de los administradores para conseguir resultados y para ellos puede valer cualquier cosa, con independencia de lo que se plantee genere serias dudas entre los que sí saben. También conocemos que un euro en el bolsillo de la administración tiende a ser despilfarrado, en el del legítimo propietario no. Pero es que, además, en Canarias hemos pasado en apenas cuatro años de un presupuesto que estaba en ocho mil millones a uno en que supera largamente los diez mil millones, un incremento del 25%. Cabe preguntarse hasta donde quieren llevar la rapiña fiscal y si en algún momento podemos empezar a cuestionar si los malos resultados de las islas tendrán que ver con la gestión o tenemos que seguir aguantando que se nos diga que se pagan pocos impuestos o que no hay apenas recursos. 

 

Pero, con todo, alguien debería tomarse la molestia de elaborar un concienzudo dossier para explicar cómo se puede proponer una tasa turística -en realidad es un impuesto, aquella es el pago por un bien o servicio que no aplica en este caso- y al mismo tiempo, pretender quedar al margen de la fiscalidad europea en materia de billetes de avión dada nuestra enorme dependencia del turismo y el impacto que tendría en las llegadas de visitantes, comprometiendo nuestro futuro. Sería muy meritorio convencer a las autoridades europeas aunque parece que las ocurrencias tienen patitas muy cortas.

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