Sopa de letras
Francisco Pomares
La izquierda a la izquierda del PSOE no vive uno de sus mejores momentos en Canarias. Conflictos de protagonismo, desengaños, hiperideologización, y hasta voluntad de venganza han sembrado el santoral político de las islas de nuevos nombres: una decena de partidos, partidetes, agrupaciones electorales y plataformas quieren repartirse en las próximas elecciones un pastel ya de por sí bastante escaso, que pasó desde un 14,5 por ciento de los votos en 2015 a un 8,5 en las elecciones de 2019, y que los sondeos que se han publicado reducen aún más, otorgando a Podemos la mitad de los cuatro diputados con los que cuentan hoy. Ante esa situación, todos los grupos que se reclaman a la izquierda del PSOE se llevan la boca con la palabra mágica: confluencia. Pero una cosa es hablar de ponerse de acuerdo con los demás -confluir en una única fuerza que se presente a las elecciones- y otra muy distinta estar dispuestos a hacerlo.
De momento, la izquierda parece estar viviendo un proceso de centrifugación y desquicie, en el que la política ha dado paso a una suerte de orgía de rupturas, fragmentaciones y discursos paralelos. Alberto Rodríguez ha descubierto después de años ejerciendo la secretaría de organización del segundo partido más centralista del espectro político español –el primero es Vox- que el futuro pasa por ‘la obediencia canaria’, que viene a ser como decir que pasa por ‘la desobediencia a Madrid’. Un argumento chocante viniendo de quien durante tanto tiempo fue ejecutor de los ukases de Pablo Iglesias contra el encrespe de las mareas y los suspicaces. Ahora, perdido su escaño en el Congreso, y enfadado con los suyos por no defenderlo lo suficiente de Meritxel Batet, Rodríguez ha plantado un pino –perdón, un drago- frente a la puerta de sus antiguos compañeros, con la intención de que crezca y de frutos. La idea de Rodríguez sobre la obediencia canaria es algo confusa porque la intención del hombre es acabar representando en Canarias al partido de la vicepresidenta Yolanda Díaz, si doña Yolanda al final se decide por escuchar de una vez lo que el país tiene que decirle, y pone definitivamente en marcha Sumar, un partido que aún no se sabe muy bien ni lo que es ni lo que representa, pero al que le salen novios y novias cada vez que la vice posa en una revista.
Porque Alberto no es el único que tiene la idea de sumar: también los de Más Canarias (el grupo local de la franquicia de Errejón) compiten por hacerse un hueco en el glamuroso regazo de doña Yolanda. Y lo mismo le pasa a los de Reunir, el partido de Emma Colau que cuenta entre sus posibles activos con el aterrizaje formal de Meri Pita, ex diputada podemita en el Congreso, que renunció a seguir en Podemos, pero no a seguir en su escaño. Desde Podemos la califican de tránsfuga, aunque la verdad es que la señora Pita no se ha ido con otros, sigue donde ha estado siempre, aunque más amulada, y advierten que no habrá confluencia alguna con quienes le den cobijo. En verdad, esto de la confluencia tiene su gracia: todas las fuerzas y fuercitas políticas a la izquierda del PSOE la reclaman como dogma de fe, pero de momento nadie se decide realmente a confluir, como si esperaran que empiece el otro. Sorprende que a estas alturas del calendario, los partidos se resistan a hacer ya sus cuentas y presentar sus propuestas. Deberían estar pensando en qué ofrecer a sus votantes y no en sus inagotables y caníbales cuitas sectarias.
Porque esta permanente fragmentación de la izquierda a la izquierda del PSOE en las islas no es una buena noticia ni para ellos ni para el PSOE, que dice seguir empeñado en reeditar el pacto de las flores. En Podemos son conscientes de la pésima situación a la que tienen que hacer frente y han decidido iniciar contactos con los antiguos camaradas, poniéndose como fecha tope para decidir que harán la de finales de este año al que le quedan apenas dos meses, con las Navidades por medio. Parece poco tiempo para silenciar las disputas, enterrar los agravios y encontrar un discurso común. Mientras la izquierda a la izquierda y etcétera se sofroniza en interminables sesiones de terapia grupal (a las que no puede asistir Meri Pita), el resto de los partidos ya cierran listas y candidaturas, y se aprestan a dar el pistoletazo de salida a la campaña.