Prohibido prohibir
Por Álex Solar
El eslogan “prohibido prohibir” saltó de las murallas de París a la Universidades de Francia y al mundo entero, en 1968. Filósofos como Foucault ya habían incubado el concepto con su rechazo a todo autoritarismo político o institucional. La derecha francesa siguió ganando elecciones, como ya es histórico, pero la sociedad nunca volvió a ser la misma. Un fantasma libertario recorría el planeta y las nuevas generaciones harían suyo este grito anti todo.
No obstante cuando contemplo el cariz represivo que toma nuestro mundo a cada paso me parece increíble que existiera esa revolución sociológica de las costumbres. Hace no muchos años era posible ver gente fumando en los platós de televisión, en las salas de clase, en los transportes públicos, en los bares y restaurantes, algo que ya parece desterrado para siempre. Muy pronto podría ser una realidad la abstinencia absoluta obligatoria de alcoholes y otras sustancias como condición para ponerse al volante.
Los perros , por norma general, han de ir atados y bien atados, algunos obligatoriamente con bozal. Se acabó la figura despreocupada del paseante relajado con su mascota meneando alegremente la cola, caminando libres. Cierro los ojos y pienso en un futuro en el que se prohibirán cosas que no puedo ni imaginar o sospechar. ¿Se prohibirá el uso y disfrute del sexo? En China se prohíbe ya procrear desde hace muchos años, aunque como en todas partes, el ser humano busca burlar las prohibiciones.
Leo que unas ordenanzas municipales del consistorio capitalino intentan prohibir que se fume en las playas del municipio, a lo cual han encontrado resistencias con argumentos liberales. Aclaro que no soy fumador y que apoyo las campañas anti tabaco. Pero restringir el derecho a ejercer ese vicio al aire libre, aunque se tenga la precaución de no dejar detritus, es tal vez ir demasiado lejos. Será porque siempre me acuerdo de una obra teatral de mis años mozos, en la que un oficinista cansado sueña con la jubilación para tener el supremo placer de “poder fumarse un puchito frente al mar”. Un “puchito” es en Chile un cigarrillo, modesto vicio popular que tuvieron mis familiares maestros o mis profesores del Liceo que encendían un puchito con el otro, en clase. Los alumnos no podíamos, de modo que nos conformábamos con ser fumadores pasivos. Yo mismo lo fui en casa, hasta que encendí mi primer “pucho” clandestino con un amigo sentado a orillas de una carretera. Nunca fui un gran fumador, pero a veces encendía una pipa para calentarme las manos, en el frío París de mis años de extranjero feliz e indocumentado.
Leo también que quieren prohibir unos souvenirs tachados, a mi modo de ver erróneamente, de “pornográficos” por su forma fálica. Vaya por Dios, cuánta mojigatería. Si lo que quieren es proteger la imagen de Lanzarote, que apoyen a los verdaderos artesanos, que lo pasan mal ante la avalancha de productos foráneos de mala calidad en los mercadillos. No se saca nada al prohibir por prohibir, salvo dar la impresión de que se es virtuoso o se hace algo en vez de nada.