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Peleones por omisión y blandos en la reclamación

Andrés Martinón

 

 

Todos los días dejo a mis hijos en el colegio de Costa Teguise y de ahí conduzco hasta Arrecife, donde trabajo. Siempre hago el mismo trayecto. Recorro toda la Circunvalación y acabo entrando en la capital por la rotonda del Cabildo, con la intención de acceder a la zona de El Reducto. Y todos los días entro con el mismo cabreo.

 

Solo incorporarme a la LZ-2 por el carril izquierdo ya me toca... la moral. Creo que debe ser el único lugar en el mundo en el que desde un acceso te incorpores a una autovía por el carril rápido de la misma. Toda una demostración la mía y la de todos los lanzaroteños de verdadera valentía y de desafío mañanero. Repito. Todos los días.

 

Después vas a una rotonda de tres carriles que te obliga a meterte por el tercer carril a la izquierda. Claro, con todos los otros carriles ocupados, dale la vuelta a la rotonda completa y vuelve a ver si el que venía por tu derecha, que ahora tiene el ceda el paso, te lo cede. Otra ruleta rusa y todavía no has llegado ni a tu puesto de trabajo.

 

Una vez ya en la zona de El Reducto, carril lento, pero, oye, la sangre vuelve a su sitio y empiezas a olvidarte de que tienes una pelea con la vida todas las mañanas de camino al curro.

 

Todo este rollo es para explicarles que ninguna ciudad que se precie (Arrecife es la tercera capital de Canarias) los vehículos acceden por una rotonda a modo de embudo o fonil de seis accesos. Vaya usted a Las Palmas y dígales que tienen que entrar a su ciudad por una rotonda. No le dejan ni terminar la frase.

 

A dónde voy. Alguien se ha quejado de esta porquería de entrada a la ciudad. Si es que no hay ni proyecto de cambio ni nadie lo reclama. No hay ni siquiera un político con mediana intención de ganarse a miles de ciudadanos que entran (ellos también) todos los días por el desfiladero de la “muerte”. Evidentemente, esta última expresión es una exageración, pero este lugar es uno de los puntos negros de más accidentes de la isla y nadie dice nada.

 

Pero si creen que le voy a echar la culpa a los políticos están equivocados. Se la echo a usted, estimado lector. Me la echo a mí mismo y se la echo a todos los lanzaroteños. Tenemos lo que nos merecemos. Tenemos lo que no reclamamos.

 

Sobre esto último, tengo una reflexión que me asusta. Hemos hecho en este medio varias veces la noticia de la que denominamos la “Rotonda de la Vergüenza”. La hacemos cuando hay accidentes, como hace unos días cuando dos motoristas sufrían una colisión grave. Y el otro día me metía en los comentarios de la noticia en el Lancelot Digital y, ¿saben lo que la gente decía en su mayoría? No se crean que reclamaban un acceso digno a una capital de una isla. No, que va. Decían que la culpa era por ir muy rápido. Así somos de reivindicativos.

 

Tengo la sensación de que Lanzarote funciona porque la naturaleza nos dio un privilegio y nuestros antepasados lo mejoraron. Hicieron con sus manos La Geria, los pueblos sencillos, pero con su identidad; Salinas, bodegas... y afortunadamente nadie ha podido destruirlo... Hasta ahora.

 

Termino diciendo que hay una falsa creencia, tanto fuera como dentro de Lanzarote, de que esta isla es reivindicativa. Esto es falso. Lanzarote, o mejor dicho los lanzaroteños, somos peleones por omisión, es decir, para que no se haga algo, pero, por otro lado, somos blandos en la reclamación.

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