Mentiras como puños
Por Francisco Pomares
Ayer domingo se celebró un acto de campaña (o precampaña o lo que sea) de Podemos, en el que participaron la ministra Belarra y Noemí Santana, candidata de los morados a la Presidencia del Gobierno de Canarias. El acto supone el estreno público a la guerra civil desatada en la izquierda española ante las próximas elecciones. Todos los sondeos, incluso últimamente el del CIS, apuntan a un retroceso claro del voto de izquierdas, más claro cuando se pregunta por la intención de voto en las elecciones generales, que afecta especialmente a Podemos si se ratifica en su actual decisión de presentarse bajo sus siglas, y no cubierta por el paraguas por estrenar de Sumar. Por eso, en el mitin de ayer se obvió cualquier referencia a las dos hijuelas díscolas de Podemos –Sumar y Drago- y al efecto dramático que la división del voto entre estos tres partidos pueda llegar a tener en los resultados. Cuando una verdad es incómoda o no coincide con la propaganda, se la ignora y a otra cosa.
Pero las dos intervinientes en el mitin si se explayaron con el PSOE, donde esperan encontrar los votos que los sondeos dan por perdidos. Si en una cosa coinciden todos ellos es en el creciente fiasco que la denominada ‘nueva política’, que cede terreno al fortalecimiento del viejo bipartidismo. Tras una década de experimentos y desengaños, la gente parece volver a creer que más vale malo conocido que malo por conocer.
Al margen de eso, y de la manifiesta beligerancia de Podemos con el PSOE –un tanto chocante, dado que ambos partidos comparten Gobierno en España y en Canarias- se escucharon algunas falsedades de libro, y una permanente vuelta de tuerca en el discurso, como la novedosa calificación de fascista dirigida al PP, “los golpistas” y “la peor derecha de Europa”, según la señora ministra. Son cosas que se dicen ya con tanto desparpajo e insistencia que han dejado incluso de provocar escándalo. Este lenguaje tremebundo y falsario se ha convertido en algo consuetudinario y absolutamente ineficaz que nuestra clase política usa sin el más mínimo reparo. En ambas direcciones. Más sorprendente que estas collejas ideológicas de escaso recorrido y menor daño, resulta el uso recurrente de mentiras de tomo y lomo a las que nos tiene acostumbrada la candidata Santana. Algunas son tan evidentes, que es muy probable que hasta ella misma se las crea. Por ejemplo, la afirmación de que el Ingreso Mínimo Vital y la Renta de Ciudadanía –que este mismo mes de mayo, por primera vez y justo unos días antes de las elecciones van a recibir 12.500 familias- llevan ¡¡¡tres años!!! reduciendo la pobreza de Canarias. No es lógico que algo que no ha significado ni un euro para nadie aún pueda haber contribuido a reducir la pobreza durante los últimos tres años. Ni tampoco es cierto que la suma de IMV y la renta aún pendiente de distribuir por primera vez –Santana prometió hace cuatro años que entraría en vigor en el mismo año 2019, aunque aún no se ha distribuido- hayan logrado esa reducción de la pobreza.
Ni sería lógico que una medida tan parcial, dirigida a paliar situaciones personales de absoluta desesperación, mejorara un problema global que lejos de mejorar se viene agravando desde hace una década, colocando a Canarias –esto es un clásico ya- como la región con más gente sin cubrir sus necesidades más básicas. Botón de muestra: casi el 16 por ciento de la población isleña, más de 341.000 personas, sufren hoy carencias materiales severas. Nuestro porcentaje dobla la media estatal, que es del 8,30 por ciento. Sólo 134.000 canarios reciben hoy alguna prestación dirigida específicamente a paliar la pobreza severa, lo que supone menos del 40 por ciento los afectados, que reciben una media de ¡¡¡127 euros al año!!!
Canarias es hoy, además de la segunda por la cola en pobreza severa, la única región más pobre de lo que era en 2011, cuando la renta per cápita suponía casi 19.600 euros. En 2021 –último dato conocido- había caído por debajo de los 19.000 euros, frente a los casi 28.000 euros de media en España. En euros constantes, y con una inflación galopante, la riqueza media de esta región se ha reducido en un tres por ciento en la última década. En términos reales, habría que sumar a ese tres por ciento un 9,7 de inflación en 2021, y un 23,3 en enero de este año.
Desde luego, eso no ha ocurrido por culpa de Noemí Santana, tiene que ver con nuestra bajísima productividad, una constante de nuestra economía. De lo que sí es responsable la consejera es de querer colarnos gato por liebre. La pobreza no sólo no disminuye en Canarias. Es que no para de aumentar.