Mentes en blanco y manos sucias
Por Alex Solar
Los romanos adaptaron y adoptaron los dioses griegos como nosotros hemos adaptado la democracia, y a partir de la transición agregando a esta paella ingredientes y condimentos tales como las autonomías y sus competencias. Hay una legislación garantista, es decir, lo que se llama un estado de derecho, y no nos podemos quejar. Lo que pasa es que, por algún motivo, siempre se queda algo en el tintero o en la alacena de la cocina y la plana o el guiso se queda falto de sazón o de cocción. Así llegamos a este abril en el que ya agotados de esperar el fin, como cantaba un grupo de rock de los ochentas, no vemos otra salida que replantearnos nuestra voluntad electoral. Por extraño que parezca, se piensa que el ejercicio de la democracia mientras más frecuente sea mediante el mete y saca de las urnas, es mejor y da fuste y esplendor a la cosa.
Mentes en blanco y manos sucias, es el menú nuestro de cada día. Bien decía Baudrillard que la corrupción es inherente al ejercicio de todo poder, especialmente el político, porque los políticos llevan nuestra propia máscara. No es que confiemos en ellos, es que nos limpiamos nosotros mismos, o eso creemos, al encargarles las tareas de gobierno y la administración de las haciendas. El filósofo español Daniel Innerarity lo expresa igual de claro: “Los políticos son como los entrenadores de fútbol, los chivos expiatorios o los fusibles: cumplen la función de que podamos culpabilizar a alguien de nuestros fracasos en vez de disolver el equipo o disolver la sociedad”.
Dos buenos profesionales entrevistaban el domingo pasado a dos figuras no equiparables en importancia política o histórica pero sí relevantes en la hora actual. La entrevista a Otegi, por lo poco que vi y entendí nos muestra que en España hay realidades distintas, o distintos “relatos”, como afirma el líder vasco, que razona de una manera que parece extraterrestre. Lo mismo ocurre con Puigdemont, que aunque de tonto no tiene ni medio pelo de su abundante cabellera, pide borrón y cuenta nueva con el pujolismo y su estela de corrupción (“no tenía aún derecho a voto entonces”), no solo defiende la “grandeza” política de Pujol sino que, de paso, le echa flores a Mas. Echar balones fuera es la especialidad de cada casa o cada caso. Lo pasado, pasado, dice Otegi, y presoak kalera: Pongan Uds. la mente en blanco, por favor, que yo me lavo las manos.