Marruecos: la grieta que viene
Francisco Pomares
Si se cumple lo que dicen los sondeos ajenos al Gobierno, las elecciones las ganará el Partido Popular, que muy probablemente necesitará de Vox para poder gobernar. Núñez Feijóo declaró hace un par de días que su primera visita de Estado bien podría ser a Rabat. Lo dijo de una forma ambigua, sin comprometerse, ni asegurar una intención, que –en cualquier caso- debería ser refrendada por Marruecos. Pero esas declaraciones circulan ya por las redes sociales, traducidas al árabe. No son las primeras que se traducen al árabe: el PP lo hace con todo lo tenga que ver con el Magreb y diga Feijóo.
La carta de Sánchez en marzo de 2022, modificando la posición española sobre el Sahara y el fracaso de la reconciliación con Marruecos, cuyo resultado más evidente ha sido la total ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con Argelia -incluyendo el desastre del gas-, hace pensar en una reprogramación de la actitud española con Marruecos si hay nuevo Gobierno. La posición del PP con Marruecos no es transigente y blandita como la actual posición del PSOE, condicionada por el sorprendente volantazo de Sánchez hace apenas un año y unos pocos meses. Pero esa diferencia de criterio no implica que si Feijóo se convierte en presidente, se produzca un descuelgue automático del viraje protagonizado por el PSOE. De hecho, a pesar de las reiteradas declaraciones del Manual del candidato, insistiendo en que el PP actuará en este asunto siempre de acuerdo con la legalidad internacional (una postura en la que también insiste con evidente cinismo Sánchez), parece obvio que Feijóo hará todo lo que esté en su mano para evitar una crisis con Marruecos, al menos al inicio de su mandato.
La verdad es que lo tiene difícil: por motivos muy distintos, tanto el PP como Vox son más beligerantes con Marruecos de lo que ha sido nunca el PSOE. Para Vox, su nacionalismo hiperhormonado es poco compatible con la continua provocación antiespañola que Marruecos ejerce con Ceuta y Melilla, o en sus reivindicaciones de menor intensidad sobre Canarias. En cuanto al PP, el presidente Aznar fue el principal protagonista de la humillación de Perejil, cuando la armada española, en una de las reacciones diplomático-militares más sobredimensionadas que se recuerdan, desalojó del pedregal de Perejil a media docena de miembros de la Gendarmeríe que habían levantado la bandera del reino en el islote de soberanía española. Aznar pagó la afrenta años después, tras dejar el Gobierno, con una operación montada por un colaborador de los servicios secretos marroquís, el magnate de los medios Ahmed Charai, que publicó en sus periodicos la especie de que la ministra francesa Rachida Dati esperaba un hijo de Aznar. La historieta fue alimentada por la revista española Iterviú, que publicó imágenes de Aznar despidiéndose de la ministra en un restaurante parisino. Nada grave, comparado con la intervención de los teléfonos de medio gobierno español por el programa Pegasus, al que Sánchez se refirió el otro día en El Hormiguero, desenfocando la responsabilidad del asunto.
Pero la clave de lo que va a llegar en los próximos meses está en el hecho real de que -tras los acuerdos de aquella cena de final de Ramadán entre Sánchez y el rey-, la mayoría de los compromisos siguen sin cumplirse: no se han abierto las aduanas de Ceuta y Melilla, porque Marruecos considera que hacerlo sería reconocer la soberanía española; la delimitación de las aguas territoriales de Canarias y Marruecos sigue bloqueada, como todo lo que se refiere a la gestión coordinada del Espacio aéreo desde Las Palmas, cuya transferencia total exige Marruecos; las continuas referencias en la Asamblea marroquí de Ceuta y Melilla como ciudades presidio o plazas ocupadas se mantiene; como el bloqueo a los acuerdos pesqueros.
Sólo parece haberse cumplido con la reducción -a la mitad- de la salida de emigrantes, que aun así no evitan las brutales cifras de muertes en el trayecto atlántico –el nuestro, que no el de Sánchez- que sacuden diariamente cualquier conciencia civilizada.
Hay que estar preparados. Marruecos y España viven una crisis permanente: volverán a surgir problemas con nuestro vecino en la próxima legislatura…