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Los lanzaroteños hablaron, alto y claro

Gloria Artiles 

 

  • Lancelot Digital
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    En el momento de escribir esta columna, al día siguiente a las Elecciones Locales, todo apunta a que se abre un nuevo escenario político en el que CC y PP podrían arrebatar al PSOE el timón de los gobiernos autonómico e insular. Pero a la espera de cómo quedarán conformados finalmente los pactos de gobierno –que en política todo puede pasar- lo que sí está claro es que han quedado algunas claves despejadas, tras la victoria, en tiempo de descuento, de Oswaldo Betancort en el Cabildo de Lanzarote.

     

    Hay que tenerlo claro, ha sido el conjunto de la población lanzaroteña la que ha dado la victoria al candidato de CC a la primera institución insular. El triunfo de Oswaldo Betancort es fruto, tanto del mérito del propio candidato, de su formación política, de la valentía de un Pedro San Ginés entregado en sacar a la luz lo que estaba oculto y de una Gladys Acuña que ha comenzado a respirar, como del demérito de la dirección actual del PSOE insular, embebida de poder concentrado en Loli Corujo y su mano derecha, Carlos Espino, que se quedaron aislados en una burbuja endogámica desoyendo lo que a gritos estaban pidiendo los lanzaroteños, incluidos sus propios votantes socialistas.

     

    Por un lado, la población de Lanzarote, más madura, crítica y alejada de las adhesiones ideológicas perennes, ha penalizado de forma contundente que, con las arcas públicas a rebosar, ese dinero no haya revertido en todos los lanzaroteños en forma de inversiones, de planeamientos, de infraestructuras y de medidas concretas y certeras para facilitar la vida a los ciudadanos, cada vez más agobiados por la inflación, la pérdida de poder adquisitivo y de calidad de vida. La incapacidad manifiesta de gestión y la casi absoluta inacción del gobierno socialista, a nivel insular, contrasta llamativamente con la gestión de los alcaldes socialistas en sus propios municipios, más apegada a las necesidades reales de sus vecinos. Han sido los propios votantes socialistas los que a priori han echado a Loli Corujo de la presidencia del Cabildo. No hay más que ver la enorme brecha existente entre los votos socialistas depositados en sus ayuntamientos y en la máxima institución insular (casi 1.800 votos menos).

     

    Pero la población de Lanzarote no sólo ha castigado la demagogia, las palabras huecas y abstractas que pretendían con soflamas ideológicas desviar la atención de la parálisis en la que está sumida la isla -la población no vive de ideologías, la población vive de realidades-. La población no solamente ha castigado la hipocresía de decir una cosa y hacer justamente la contraria -¿Dónde están las energías renovables, dónde está la sostenibilidad que no se ve por ningún lado? ¿Dónde quedó el código ético del PSOE al pactar con un tránsfuga? ¿Dónde están las acciones reales para evitar la supuesta “isla saturada”? ¿Dónde están las viviendas públicas para los que no llegan ni a fin de mes?- .

     

    Lo que también ha castigado de forma rotunda el conjunto de los lanzaroteños es una forma caduca de ejercer la política basada en el frentismo, el revanchismo político y los deseos de venganza. La población de Lanzarote ha dicho NO a la involución ética y a los tintes pseudoautoritarios que ponen en jaque la democracia, tan arduamente conseguida históricamente. El nerviosismo en la última semana de campaña electoral, llevando a la dirección socialista a querellarse contra el Grupo Lancelot Medios y a negarse a participar en los debates electorales, fue sin duda el error que colmó el despropósito continuado de una estrategia fallida.

     

    Espino lo volvió a hacer. Y es el liderazgo de Loli Corujo dentro del propio seno del PSOE insular el que ahora está en jaque.

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