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Los impostores que han robado la identidad a la izquierda

Gloria Artiles

 

Pedro Sánchez, en la gira mediática electoral que está realizando, ante la imposibilidad de salir a la calle por los numerosos abucheos que recibe, tiene la desfachatez de soltar que el 90% de los medios de comunicación en España son de derechas y están en contra de él. Como bien apunta Juan Ramón Rallo, decir que los medios nacionales de mayor tirada y audiencia, como El País, la Cadena Ser o La Sexta, o medios digitales, como eldiario.es o infolibre, le son hostiles, o bien es producto de que el presidente sufre delirios de grandeza y de un transtorno que no le permite ver la realidad, o bien vuelve a mentir una vez más sin ningún tipo de sonrojo.

 

¿Sabían ustedes que el pasado 29 de mayo, sólo un día después de las elecciones municipales, y coincidiendo con la convocatoria de elecciones generales para este 23 de julio, nos enterábamos de que el Gobierno de Pedro Sánchez destinará la cifra récord de 440 millones para un súper-macro-mega plan de publicidad institucional para los próximos años? Una cantidad que multiplica por diez la ya de por sí desorbitante cifra de dinero institucional para propaganda que el ejecutivo de Sánchez ha destinado a los medios desde la pandemia.

 

Con un tono tan pausado por fuera como arrogante en el fondo, se pasea por los platós de televisión asegurando que él es objeto de la maldad -palabra textual- de la mayoría de los medios y de sus oponentes políticos. Y yo únicamente pregunto: ¿de verdad creen que el 90% de los medios de este país le pueden ser hostiles con semejante reparto de dinero público, nunca visto en ningún gobierno de España, en concepto de publicidad institucional?

 

Pedro Sánchez es un experto en invertir la carga de la prueba y aparecer como víctima, cuando realmente es justo al revés. Él, y en general esta nueva izquierda heredera de la escuela de Zapatero y Pablo Iglesias. Este tipo de políticos, con tintes narcisistas y psicopáticos, no tienen el más mínimo recato de mentir, de decir una cosa y hacer la contraria, y de acusar a los demás de lo que ellos mismos son y hacen.

 

 ¿O no recordamos las palabras de Pablo Iglesias en contra de la casta que vivía en chalets de las mejores zonas de Madrid, y que él y su pareja fueron los primeros en mudarse a un modesto chalecito de 600.000 euros, alejándose a la primera de cambio de sus vecinos obreros del barrio de Vallecas?  ¿O acaso no nos damos cuenta de que, a pesar de acusar de “negacionistas” a sus rivales políticos, Pedro Sánchez batió todos los récords en 2022 usando 158 veces el Falcon, una aeronave que emite 2 toneladas de CO2 a la atmósfera por cada hora de vuelo? ¿Pero no vemos que, o bien él mismo no se cree lo del cambio climático o bien le importa un bledo? 

 

¿Y no han sido precisamente Sánchez y sus socios, autoerigidos en defensores exclusivos de la lucha contra la violencia de género, los que, con la ‘ley del sí es sí’, han provocado que más de 1.100 condenados por delitos sexuales hayan visto rebajadas sus penas y que más de 100 ya estén en la calle, causando así uno de los efectos más graves e indeseables que ha tenido su mandato para las mujeres víctimas de esa lacra?

 

Entiendo que para muchos votantes de la izquierda reconocer esa realidad se haga difícil, porque para mucha gente de bien, le resulta inconcebible que los políticos que defienden sus mismos principios ideológicos puedan hacer exactamente lo contrario. Pero los hechos son irrefutables. Y la verdad es que esta nueva izquierda es una farsa que ha robado las señas de identidad al PSOE de toda la vida.

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