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La suerte del Monumento

Myriam Ybot

 

 

 

“Se retira la escultura del Monumento al Campesino sin fecha de regreso”.

 

Leo el titular y mil emociones me conmueven. Nostalgia anticipada por la ausencia del níveo mecano de depósitos de barco recortado contra el paisaje de viñas y gerias; incertidumbre por el tiempo que requerirá la restauración de la obra; miedo a que no se lleve a cabo con todas las garantías. Son sentimientos humanos, de quien ha visto demasiadas veces dilatarse en el tiempo este tipo de actuaciones o ejecutarse con menos rigor del exigible.

 

Las obras de rehabilitación del auditorio volcánico de Jameos del Agua, del CIC El Almacén o de la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz se convirtieron durante años en agujeros insondables en el mapa de infraestructuras culturales de Lanzarote, ya de por sí bastante exiguo. La escultura Barlovento, conocida popularmente como La chatarra, de César Manrique, habitó por espacio de ocho ejercicios en algún garaje municipal desde que se destronara de su ubicación en el parque Islas Canarias; y el conjunto La marea creciente, los cuatro jinetes del Apocalipsis climático de Jason deCaires, retirados de la lámina de agua frente al Castillo de San José a comienzos de la pasada Legislatura, aún mastican la impaciencia de ser restituidos al espacio público, tal y como prometiera la anterior alcaldesa capitalina.

 

Y si algunas expresiones artísticas han sido borradas de un plumazo del paisaje urbano por un quítame allá esas pajas partidistas, qué decir de piezas del patrimonio ciudadano literalmente desaparecidas…

 

Así sucedió con La Aguadora o Mujer con Talla, firmada por el artista José Perera Valido, que en Arrecife se volatilizó del Parque Viejo durante unos trabajos de sustitución del pavimento pero sí se conserva en Haría, Tinajo, Teguise y San Bartolomé, como recordatorio y bochorno de quienes conservan la memoria y la capacidad de asombro.

 

El hurto de la figura de bronce, que el Patronato Provincial de Turismo entregaba en la década de los ochenta como “Premio de Embellecimiento” a las localidades que invertían en la mejora de sus fisionomías, fue denunciado en 2005 en un artículo editorial de La Voz de Lanzarote, sin que nadie diera razón de su pérdida. Y hasta hoy.

 

Por fortuna, el monumento dedicado a la fecundidad no pasaría desapercibido fácilmente en un jardín privado ni la más desavisada ciudadanía, siempre ocupada en variados pensamientos y afanes, dejará nunca de añorar el icono manriqueño. Y aunque la idea de las piezas desmontadas y almacenadas en una nave de la capital lanzaroteña no es santa de mi devoción, vaya por delante la confianza y el respeto al personal de los Centros de Arte, Cultura y Turismo, al departamento de Patrimonio histórico del Cabildo y a la Fundación César Manrique, que se mantendrán ojo avizor para que pasados abandonos o dilaciones indebidas no se repitan en el futuro.

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