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La soledad juvenil

Usoa Ibarra

 

 

Decía el cineasta, Pedro Almodóvar en una entrevista que “con la soledad hay que tener cuidado, incluso cuando uno la elige”. No puedo estar más de acuerdo. Incluso, cuando uno disfruta de sí mismo y de cierto aislamiento social -de forma voluntaria- debe tener en cuenta la consecuencia que esto conlleva: y es que de pronto tu teléfono deje de sonar y es posible que nadie te tenga en mente para hacer planes.

 

Si esto ocurre cuando la soledad es conscientemente elegida, imaginemos la desazón y el vacío que acompaña al sentimiento de soledad impuesta por cuestiones ajenas a nuestro interés. Según el estudio “El coste de la soledad no deseada en España”, más de la mitad de los jóvenes de 16 a 26 años en España se sienten solos sin querer estarlo.

 

Una cifra alarmante que nos lleva a replantearnos qué oportunidades de interacción tienen los jóvenes. Con el auge de la realidad virtual, las redes sociales, los videojuegos y el individualismo aumenta también la lacra de la soledad no deseada. ¿Qué opciones realmente tiene un joven para hacer amigos si casi todo su ocio lo consumen desde su habitación?

 

Ciertamente, no hay muchos espacios donde puedan compartir sus inquietudes, las agendas culturales y de ocio raramente están priorizando sus demandas y ellos mismos han perdido la capacidad de establecer relaciones interpersonales, porque seguramente sus referentes más próximos, es decir sus padres, tampoco tengan mucho tiempo para hacer cosas con sus propios amigos (dedicados a la familia y al trabajo, preferentemente).

 

Los jóvenes suelen quedar en el entorno de un centro comercial, rodeados de consumismo o hacen botellones. Tenemos la mala costumbre de simplificar sus necesidades e intereses diciendo: los jóvenes de hoy en día no saben divertirse.

 

Los vemos con demasiada frecuencia como personas que molestan y que no saben comportarse. Precisamente, son estos prejuicios generalizados de los adultos los que les aíslan más. Por esta razón, hay que cambiar el modelo, la forma de llegar a ellos y, especialmente, el contenido que se les ofrece como forma de ocio y relación social.

 

No es justo que los jóvenes estén desesperanzados, apáticos y sin metas de futuro. Su salud mental está en el disparadero con cada vez más casos de suicidio entre la población juvenil o de autolesiones. Los jóvenes de ahora viven angustiados, ansiosos y encerrados en sus habitaciones la mayoría del tiempo por falta de motivación.

 

Por estas razones, hay que ponerlos como prioridad en la agenda política con estrategias dinamizadoras que les hagan sentir útiles y participativos. Obviamente, hay que hacerlo a partir de la escucha y la interacción con ellos. Debe preocuparnos y ocuparnos ese objetivo de incluirles en las decisiones de la gestión institucional.

 

Ellos no solo representan el futuro, sino que son agentes del cambio al estar en la efervescencia de la vida. Por eso, cuando un joven se siente solo se deben disparar todas las alarmas.

Definitivamente, esta sensación de soledad no deseada va contra natura.

 

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