La excepción majorera
Francisco Pomares
Fuerteventura es sin duda la isla políticamente más complicada en Canarias. Una isla donde se producen censuras encadenadas, denuncias ante los tribunales, cambios de partido, y en la que se ha llegado a situaciones tan peregrinas como la que –todavía hoy-, se vive en el Cabildo majorero, sostenido en una mayoría tan exigua que sería completamente imposible en cualquier otro lugar: dos consejeros, uno de ellos el presidente. Fuerteventura es desde hace ya muchos años una isla políticamente surrealista.
El viernes el presidente del PP majorero, Fernando Enseñat, lanzó un órdago a sus presuntos socios de Coalición Canaria en la isla, intentando un acuerdo en el Ayuntamiento de Puerto del Rosario, en el que se dejaría fuera a la lista más votada –la nacionalista, encabezada por David de Vera- para colocar en la alcaldía al propio Enseñat, con el apoyo del PSOE. La intentona de Enseñat de saltarse los acuerdos en cascada pactados por las direcciones de Coalición y el PP, cabreó a la gente de Asamblea Majorera y desató una presurosa oleada de negociaciones con el PSOE no sólo para evitar la caída de Puerto del Rosario, también para mejorar las opciones nacionalistas en el resto de los municipios y dar estabilidad al Cabildo. El sábado, después de un fin viernes tormentoso, ya se había cerrado un principio de acuerdo que daba a Coalición la presidencia del Cabildo, garantizaba Puerto del Rosario para Coalición y otorgaba a los nacionalistas las alcaldías de La Oliva, donde las desavenencias entre Isai Blanco, de Coalición y Pilar González, del PP, hacían muy difícil un acuerdo; y de Tuineje, donde el PSOE apoyará a Candelaria Umpierrez para ser alcaldesa, frente a la ganadora de las elecciones, Esther Hernández del PP. A cambio, el PSOE consigue la vicepresidencia del Cabildo para Blas Acosta, y amarrar la alcaldía de Pájara, en el Sur de la isla, para Alejandro Jorge, gracias al apoyo de los votos coalicioneros que controla Alexis Alonso.
La noticia del acuerdo entre el PSOE y Coalición –filtrada por los socialistas majoreros en cuanto se alcanzó un principio de acuerdo- provocó el sábado un auténtico tsunami que alcanzó inmediatamente a la negociación para cerrar el Gobierno regional, que mantenían el sábado por la mañana Fernando Clavijo y Manuel Domínguez, y que estuvo a punto de interrumpirse. Finalmente, se optó por seguir avanzando en el acuerdo regional y dejar las negociaciones sobre Fuerteventura para después del cierre del Gobierno, cuyo anuncio podría producirse entre esta tarde y mañana.
En el Partido Popular, principal perjudicado por la negociación del PSOE y Coalición en Fuerteventura se considera que el cierre del Gobierno es prioritario y se admite fuera de micro un error de cálculo del presidente del PP majorero, interesado en forzar el cierre de Puerto del Rosario con él en la alcaldía, error que acabó por provocar como efecto dominó la caída de todas las corporaciones en discusión en la isla. Cuando el PP regional quiso intervenir en el asunto, recolocando las piezas en su sitio, los acuerdos con el PSOE ya se habían cerrado, y no hubo forma de reconducirlos. Lo más grave es la pérdida de la alcaldía de Tuineje, municipio donde ganó el PP. Parece que son de Tuineje las voces que se han levantado pidiendo la inmediata dimisión de Enseñat, y la intervención de la dirección regional para resolver el entuerto. Es probable que en los próximos días, una vez anunciado el cierre del Gobierno se desplacen a Fuerteventura Clavijo y Domínguez para intentar forzar una reconducción de los pactos, aunque Mario Cabrera ha asegurado en petit comité que ya no va a producirse marcha atrás.
Lo ocurrido en Fuerteventutra pone en evidencia la dificultad de hacer cumplir en todos partes los pactos en cascada. En algunos lugares, por desavenencias irreconciliables entre los que deben firmar los acuerdos (ya se sabe aquello de “pueblo pequeño infierno grande”), en otros porque las ofertas de la competencia son mucho más atractivas, y también porque los intereses locales en juego no siempre coinciden con los intereses globales.
Hace ocho años, durante la última negociación en cascada de unos pactos, los conservadores, bajo el mando entonces de Asier Antona, consiguieron romper el acuerdo global entre Coalición y el PSOE, comprometiendo a los socialistas a un acuerdo que implicaba la totalidad de la isla de La Palma. El PSOE abrió expedientes, pero después las cosas cambiaron y los traidores se convirtieron en héroes. La política se escribe con renglones torcidos.