PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

La cara de Torres

Francisco Pomares

 

 

Torres no reconoce haber mentido, ni haberse equivocado, ni haber cambiado de opinión, ni haber ocultado nada, ni haber dado jamás una instrucción a los funcionarios, a sus consejeros, a Antonio Olivera, a los miembros del Comité sin actas, aunque el informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil apunte claramente lo contrario.

 

Torres ha sido ejemplar, diáfano, preciso, transparente en toda su ejecutoria durante la pandemia. Sólo buscó “salvar vidas”. Cuando recibía mensajes de Koldo informándole de que ya había cobrado cinco millones pero le faltaban dostrescientos, lo hacía por “salvar vidas”. Cuando Koldo le explicaba lo cojonudo que iba a ser que Canarias se gastara los cuartos en PCRs, comprando a la empresa que le pagaba comisiones, Torres entendía lo cojonudo que era contratar con la empresa de Koldo porque contratar con ella era “salvar vidas”, y contratar con otra, pues quizá no. Cuando Torres dijo que “no le ponía cara a Tapias” no es que estuviera diciendo que no le conociera o que no se hubiera reunido con él nunca, es que no se acordaba de haberlo hecho, ni se acuerda ahora, aunque ahora le parece que sí hubo una reunión en el Parlamento, porque su memoria está bastante maltratada por los excesos que cometió todo ese tiempo ocupado en “salvar vidas” y participando en cenáculos con empresarios y comisionistas que también trabajaban para “salvar vidas”, empezando por  las suyas.

 

Flanqueado por las dos mujeres que le han acompañado en todas sus decisiones -Elena Máñez y Nira Fierro- Torres no dio ayer ni una sola explicación convincente a ninguna de las dudas suscitadas por su comportamiento en esta historia, ni una respuesta a sus contradicciones, silencios o falsedades, y siguió mareando la perdiz con su habitual técnica de confundir negando sin acabar de negar o afirmando sin afirmar cosas que quiere decir pero no dice.

 

Una. Cuando Torres reconoció que parece que sí tuvo un encuentro con Tapia en el Parlamento de Canarias, lo que parece decir es que tropezó casualmente con el empresario investigado, el segundo de los cuatro mosqueteros del koldismo, en las escaleras del Parlamento o quizá en un pasillo. Pero lo que ni por asomo dice es que los Presidentes del Gobierno no se tropiezan accidentalmente en los pasillos o el retrete de la antigua sociedad musical Santa Cecilia, reconvertida hoy en Parlamento regional, con un conocido empresario que viaja desde el continente a verse con él. La reunión con Tapia debió celebrarse en el despacho oficial que el presidente tiene en el Parlamento, donde se reúne con quien tiene que reunirse cuando está allí. O sea: no-me-reuní-en-Presidencia-en-mi-despacho-me-vi-con- Tapia-en-el-Parlamento-y-por-eso-no-le-puse-cara-porque-yo-en-el-Parlamento-me-veo-con-todo-el-que-se-cruza-conmigo. Eso no es cierto. El presidente recibe en cualquiera de sus despachos por citación con agenda y si no existe mención en la agenda -que habría que saberlo-, es que se pretendía que no la hubiera, como se pretendió que no hubiera actas en las reuniones donde se decidieron las compras.

 

Otra: Torres sigue insistiendo en que el Gobierno inventó un sistema completamente absurdo para adjudicar los contratos de la pandemia: eran los técnicos los que recibían la información de las empresas y los que decidían por su cuenta y riesgo con quién se contrataba. Nadie sabe qué técnicos decideron, más allá de los dos que esperan juicio, la jefa de contratación de Sanidad y Conrado Domínguez, segundo director del Servicio Canario de Salud, responsable de la segunda tanda de compras. De las primeras, debió ocuparse Antonio Olivera, viceconsejero de Presidencia entonces y hoy jefe del ministerial gabinete de Torres, desplazado aquellos días a la dirección del Servicio Canario de Salud. ¿Para qué nombraría Torres responsable de las compras a Olivera si comprar no era asunto de ellos, sino de esos técnicos que nadie sabe aún quiénes fueron? Misterio. Quien conozca cómo funciona la Administración, sabrá perfectamente que no hay político –ni en el PSOE ni en ningún partido del mundo- que renuncie a participar en el reparto de adjudicaciones multimillonarias que –además- se hicieron en su mayoría a dedo y plagadas de irregularidades, como nos recuerda el informe de la Audiencia de Cuentas sobre las contrataciones durante la pandemia.

 

Y luego está lo que a Torres le sale mejor, que es poner esa carita de hombre bueno, afectuoso y decente, de abuelete precoz, de tipo incapaz de hacerle año a un mosquito. Esa cara que le sale taaaaan bien. El Torres de la rueda de prensa de ayer sacó la cara de su resilente bonhomía durante unos minutos, pero no fue capaz de contenerse todo el tiempo. Quizá ha pasado ya tanto tiempo cerca de Sánchez que se le han contagiado las formas y los gestos. Aseguró sentirse más fuerte que nunca. Más seguro que nunca. Más firme que nunca. Y claro, volvió a ponérsele cara de estar mintiendo. Es su cara más dura.

Comentarios (0)