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Fraude en Venezuela

Francisco Pomares

 

 

Nicolás Maduro anunció su victoria en las elecciones de Venezuela con un 51,2 por ciento de los votos, y con menos del ochenta por ciento del voto escrutado. Es ese momento solo se habían hecho públicas el cuarenta por ciento de las actas, y con eso porcentaje, la oposición venezolana había contabilizado un 70 por ciento del voto a favor de Edmundo González, el candidato unitario de la oposición democrática, presentado a última hora tras la decisión del régimen madurista de impedir la presentación como candidata de María Corina Machado.

 

Con ese cuarenta por ciento de los votos certificados en actas electorales, la oposición presentaba un panorama singularmente contundente, de más de las dos terceras partes del voto a favor de su candidato, y en todos los Estados de la república.

 

A partir de esos dos anuncios, el de la oposición y el del Gobierno, la evidencia es que la Comisión Nacional Electoral, férreamente controlada por el madurismo, no ha entregado más de la mitad de las actas, pero ha permitido que el candidato chavista anuncie su reelección en unos resultados que casi parecen de diseño.

 

La reflexión más obvia se decanta así del lado de quienes creemos que Maduro tenía decidido no irse, aunque perdiera, ha bloqueado el recuento y ha dado instrucciones a su Comisión Nacional Electoral, para que avale y certifique su victoria. Y eso es lo que han hecho.

 

La oposición ha dicho que no piensa ceder, y la ayer mañana desató las cacerolas en  Caracas y otras grandes ciudades. ¿Puede obligarse a Maduro a renunciar con caceroladas, por muy masivas que resulten? Está comprobado que no. La única opción para que las cosas cambien en Venezuela -un país amenazado por su propio presidente con un “baño de sangre” si él no ganaba las elecciones- es una intervención del ejército que garantice el cumplimiento del mandato electoral, y que obligue a un recuento transparente y no militante de los resultados. Eso es lo que ha pedido Corina Machado, pero la independencia política de las Fuerzas Armadas bolivarianas está más que en entredicho. Es poco probable una movilización de la milicia para garantizar la pulcritud de un resultado que nadie se cree, ni dentro ni fuera del país.

 

Por eso, la única opción que le queda a la oposición de Venezuela, es mantener el apoyo internacional y exigir que los votos se cuenten uno a uno, y con las actas delante. Algo que hasta ahora, a pesar de la confirmación de la victoria del candidato Maduro por el órgano que regula las elecciones, y su proclamación como presidente por su colega Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional, no se ha producido. Maduro ha tenido la desvergüenza,  durante su proclamación como mandatario de Venezuela, de referirse a la «proeza histórica» de haber derrotado al fascismo en las elecciones: “vencer al fascismo, a los demonios, a las demonias, es una proeza histórica y nuestro pueblo lo ha hecho, otra vez lo volvió a hacer nuestro pueblo», ha dicho el dirigente p tras hacerse apresuradamente con el nombramiento que le permitirá seguir gobernando el país otros seis años, hasta 2031. Considerar que casi la mitad del pueblo venezolano que -de acuerdo con sus propios y falsos datos- no le ha votado a él, es fascista y está integrado por demonios y demonias, es una demostración más del grado de degradación de su mandato, de la inviabilidad de un país cuyo presidente considera a la mitad de sus ciudadanos gentuza.

 

Lo siguiente que cabría esperar es la inmediata respuesta de los países y organismos nacionales ante el atropello sufrido por los venezolanos. El rechazo de las democracias ha sido unánime, con dos excepciones, la del Mexico de Pérez Obrador, que quiere esperar a que “se confirme la tendencia” y la del Brasil de Lula, que pidió la publicación de las actas de votación antes de pronunciarse. Hasta nueve países latinoamericanos -Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay- han solicitado de forma conjunta  la convocatoria urgente del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos, para activar la  denominada ‘Carta Democrática’ y apoyar a la oposición tras las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela. También la administración Biden ha manifestado su preocupación ante el fraude, que podría llevar a Venezuela a una situación de grave enfrentamiento civil.

 

En contraposición, Maduro ya ha recibido el apoyo de las dictaduras: Cuba, Nicaragua, China, Irán, Corea… y de gobernantes despóticos como el bielorruso Lukashenko y el ruso Putin, que le han felicitado al unísono por haber revalidado su mandato. Nada nuevo bajo el sol. Las dictaduras y los dictadores se apoyan entre sí. Resulta significativo que en España los únicos apoyos recibidos por Maduro tras el fraude sean los de Podemos, Izquierda Unida y el Partido Comunista.

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