Formalidades
Francisco Pomares
El Parlamento de Canarias dio inicio ayer a su XI legislatura: con 40 años cumplidos, unos cuantos menos que la edad media de sus diputados, el Parlamento se ocupó ayer básicamente de dar cuenta a las formalidades que caracterizan las instituciones de la Democracia: discurso de despedida del presidente Matos, elección de la mesa de edad, juramento de sus señorías y elección de los miembros de su mesa. Nada debía ser una sorpresa en una sesión con todos los pormenores cantados, y nada fue una sorpresa (no como en el Cabildo de Tenerife, donde Pedro Martín anunció que renuncia antes de la prevista moción de censura…), aunque curiosidades si hubo. La más obvia, el aterrizaje de los cuatro diputados de Vox. Coincidió el estreno de los representantes de sus señorías de extrema derecha con la peor noticia para el partido: el motín de una parte de los candidatos de Vox al Congreso por Tenerife, en respuesta de la imposición nacional del segundo de la lista anterior frente al primero, ha provocado que Vox pierda su opción de presentarse en la provincia de Tenerife, donde disponía desde 2019 de un diputado que perderá en 2023. No fueron recibidos los de Vox ayer en el Parlamento con demasiada cortesía, e incluso se llevaron rapapolvo convenientemente disimulado por el lenguaje del discurso de despedida de Matos: el Parlamento debe ser la casa del diálogo, el acuerdo y la tolerancia, por lo que pidió a los parlamentarios no olvidar esos valores en riesgo ante el auge de los discursos de odio. A buen entendedor, ejem. Por cierto, que el discurso de despedida de Matos tenía trampa. Fue elegido un rato después como vicepresidente segundo de la Cámara, porque la primera vicepresidencia le tocó a Ana Oramas.
Y de eso, de elecciones, iba la cosa: tras el juramento/promesa de Sus Señorías se procedió a elegir la mesa, también sin sorpresas: Astrid Pérez, alcaldesa de Arrecife por el PP que dimitió ayer mismo de ese cargo, fue refrendada por 38 votos (los mismos que apoyan al Gobierno) para ejercer la Presidencia en sustitución de Matos. La acompañan Oramas y Mario Cabrera por los partidos del Gobierno y Matos y Patricia Hernández por los partidos de la oposición. Siguiendo una tradición bastante casposa de la política que se lleva ahora, y a pesar de ser la elección de la mesa fruto del consenso, los partidos del Gobierno votaron sólo a sus candidatos, y los de la oposición a los suyos. Los cuatro diputados de Vox votaron por Nicasio Galván, mandamás parlamentario.
Formalidades aparte, el comentario general tras la elección de los miembros de la mesa es que conducirla en paz y armonía –como logró hacer Gustavo Matos durante su mandato- va a ser bastante difícil: está por ver como encajan Astrid Pérez y Ana Oramas (ambas con bastante carácter), y el papel que va a desarrollar Patricia Hernández, que suele ser partidaria de liarla parda siempre que se dan las circunstancias. Supongo que las reuniones de mesa serán bastante menos relajadas que estos cuatro años, pero quien sabe…
En cuanto al Parlamento en sí, en la legislatura que se inicia parece que hay ingredientes para el conflicto: medio parlamento tiene que asumir que ha perdido el poder regional, y el otro medio repartírselo sin excesos ni alharacas, y hay cuatro diputados que llegan con ganas de hacer su guerra cultural. De ellos escucharemos cosas nunca antes escuchadas sobre la memoria histórica, la cultura de la muerte, la emigración y la violencia de género. Habrá que acostumbrarse, aunque sospecho que van a estar más solos que la una. Y para cuando acabe el mes de julio, con los resultados de las elecciones generales ya claros y la mayoría de los nombramientos regionales ya decididos, con los cambios y recolocaciones pertinentes, podremos hacernos una idea de si este Parlamento será más relajado o más conflictivo que el anterior.
Una de las incógnitas es cómo funcionará Ángel Víctor Torres como jefe de la oposición: la ausencia de Podemos y de Román Rodríguez se lo ha puesto fácil para destacar, pero tendrá que decidir si quiere seguir representando el rol de hombre bueno y empático con el que ha construido laboriosamente su imagen estos últimos presidenciales cuatro años, o asumirá el de guerrero vikingo alérgico a los batidos de proteínas con el que a veces le gusta sorprender al personal. En cualquier caso, opte por la bondad o el frenesí, será la única voz firme en los bancos de una oposición diezmada de líderes. Quien sabe, quizá surja alguno nuevo.