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Estupidez artificial

 

 

Por Guillermo Uruñuela

  • Lancelot Digital
  • Cedida
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    Recientemente en Lanzarote se han celebrado unas jornadas sobre la Inteligencia Artificial (IA) impartidas por Javier Sirvent, un experto en el sector tecnológico. No pude acudir a la charla pese a que me hubiese gustado, pero tuve la suerte de conocerle en persona en la redacción en la víspera del coloquio. La verdad es que me pareció un tipo con carisma y, sobre todo, cualificado. Algo que en los tiempos que corren no es tontería; sea en el campo que sea.

     

    Debatimos sobre la IA y me explicó el sinfín de beneficios que aporta a la sociedad. Yo le rebatí, con menos conocimiento de la materia, pero con cierta dosis de sentido común. O por lo menos de mi sentido común. Y en mi argumentación, cierto es que no sólo me ceñí a la inteligencia robótica de la que él hablaba. Extrapolé mi discurso al mundo digital, en general, incluyendo redes sociales y toda la parafernalia 2.0.

     

    Las nuevas formas de comunicarnos a primera vista han eliminado las barreras y te permiten tocar un botón y hablar con alguien Singapur, pero sin embargo nos han arrebatado la capacidad de interactuar con el que tenemos al lado. Las redes nos han adiestrado, creando una especie de rebaño pastoreado por tontas y tontos del ciruelo, tan estúpidos y vacíos que dejan aún en peor lugar a los que les seguimos. Las actuaciones digitales hacen que la vida sea más cómoda. Una sencillez que ha cruzado la frontera y fomenta el sedentarismo, el aborregamiento y la vagancia. Los casos de depresiones, suicidios, adicciones, ansiedades y enfermedades psicológicas y psiquiátricas, en edades tempranas, han aumentado exponencialmente en las últimas dos décadas. ¿Y qué ha cambiado en el mundo en los últimos años?

     

    Nos hemos vuelto individualistas desde el arrope de la multitud. Han aparecido nuevos y sofisticados ciberdelitos que uno ya ve una llamada de un número extraño y, de primeras, se acojona. Consumimos una vida idílica. Tan perfecta como irreal que hace un gran daño a la mayoría. Contamos con facilidad para encontrar información, pero en esta maraña de internet ya no sabes qué creer. Parece superficialmente, que con tanto conocimiento a golpe de click, obtendríamos unas mentes cultivadas y brillantes cuando la realidad es que cada día somos más simples, menos interesantes; más absurdos y banales y menos profundos. Los matrimonios y parejas se rompen con facilidad. Además de otros factores, ¿todo este tinglado tendrá algo qué ver? Los vídeos están diseñados para tener la duración y la sintonía perfecta para atraparte como la droga. Los niños, por mucho que los protejamos, son y serán víctimas mortales. Con la Inteligencia Artificial, Javier me comentaba que en cinco minutos pudo resolver un problema que varias decenas de ingenieros y físicos tardarían un mes. El escenario perfecto para generar un paro absoluto.

     

    Adaptarse o morir. Te dicen. Por supuesto que habrá que hacerlo. No queda otra. Sin embargo que quede constancia que existen numerosos casos en otras culturas que no por ser impuestos son positivos.

     

    Por el momento este artículo lo ha escrito una persona humana con sus manos; quizá el día de mañana será una máquina. No lo sé. Así que por lo pronto les pido un “like” para adaptarme a este mundo de mierda que nos han envuelto en un manto de seda.

     

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