PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Esta guerra interminable

  • Francisco Pomares
  •  

    Putin se reunió ayer telemáticamente con su Consejo de Seguridad para preparar el tradicional desfile militar en la plaza Roja, que se celebra el 9 de mayo conmemorando la victoria rusa contra las tropas de Hitler. Tras el confuso episodio de los drones destruidos sobre el techo del despacho de Putin en el Senado, la psicosis desatada en Moscú ante la inminente celebración de los festejos es enorme. El desfile militar se celebrará, en un ambiente de creciente belicismo ruso, que incluye declaraciones de Medvedev, solicitando el asesinato de Zelensky, en medio de extraordinarias medidas de seguridad.  

     

    En Occidente se sospecha que el fiasco de los drones –ocurrido cuando Putin se encontraba muy lejos de su despacho en el Kremlin, encerrado en su palacio doméstico, del que sale cada vez menos- puede haber sido un ataque de falsa bandera, destinado a incendiar el patriotismo moscovita, recuperar el alicaído entusiasmo ciudadano ante la fracasada operación militar especial, o incluso justificar nuevas salvajadas contra la población civil ucraniana. El impacto real del birrioso atentado –sólo ha sido necesario cambiar un par de placas de zinc del tejado, levemente dañadas, no parece haber provocado la fervorosa reacción de unidad frente al terrorismo deseada por la dirigencia rusa. Más que un respaldo masivo al presidente Putin, lo que se vivió ayer fue un nuevo episodio de desafección y división en la cúpula militar del país: el jefe de los mercenarios de la Organización Wagner, Evgeny Prigozhin, montó ayer en el frente de Bajmut, donde intenta doblega la resistencia ucrania desde el verano, otro numerito colérico, esta vez rodeado de cadáveres de sus propias fuerzas, para anunciar que él y sus tropas abandonarán el próximo miércoles el enclave donde Rusia ha sufrido intentando tomar la ciudad -según la información militar británica- cerca de cien mil bajas, de ellas 20.000 muertos en combate. El jefe del ejército mercenario de Putin, emitió un video en el que insulta al ministro de Defensa ruso y al jefe del Estado Mayor, a quienes responsabiliza de las graves pérdidas sufridas, por no entregar suficiente munición artillera a su tropa, al tiempo que advierte de que si no la recibe antes del 10 de mayo se manda a mudar con sus soldados. Prigozhin es un exaltado con tendencia a hacer declaraciones excesivas, ciscándose en los altos mandos militares. Hasta ahora parecía actuar con patente de corso, dada su afianzada amistad personal con Putin, de quien fue cocinero personal y testaferro económico, pero largarse de Bajmut cuando se espera el inicio de la muy esperada contraofensiva ucraniana no parece que sea algo que Putin le pueda tolerar.

     

    Puede que estemos ante otra maniobra de despiste, como parece ser la historieta de los drones… Dicen que en las guerras la primera víctima siempre es la verdad. Quizá Prigozhin lleva meses desafiando a sus teóricos superiores para hacer creíble este anuncio y lograr que los ucranianos se confíen y evalúen mal la resistencia que encontrarían ante una contraofensiva. Los rusos apostaron por la toma de Bajmut como trofeo antes del día de la Victoria, este próximo 9 de mayo. Putin necesita un éxito –o una demostración de fuerza- para recuperar el respeto de los suyos. Si todo esto de Prigozhin es un truco de feriante, el de Wagner se lo ha trabajado como un actor del Método: su última interpretación de tipo endemoniado parece bastante creíble, de Óscar, diría yo. Ucrania ha asegurado que es un camelo y que los rusos están jugando al despiste, pero es probable que quienes estén despistando sean ellos, mientras se dedican a reventar la logística del enemigo con atentados en sus líneas Ferreras y sus depósitos de combustible.  Es perfectamente probable que lo que realmente crean es que el video subido por Prigozhin a Telegram revela la ruptura que se está produciendo entre los responsables de la operación especial.

     

    Esta es una guerra del siglo XXI, en la que es imposible saber lo que realmente ocurre. La masacre persistente de decenas de miles de civiles ucranianos y reclutas rusos es -como en el video de Prigozhin- el decorado de una película donde dos protagonistas, el nuevo héroe de Occidente y el sátrapa ruso, se enfrentan en un combate sin ganador posible, alentados por potencias en liza que –ellas sí- hacen sus apuestas por el control de la hegemonía mundial. Es poco probable que la guerra la gane nadie, porque Occidente no va a permitir que Ucrania caiga, pero tampoco se puede destruir Rusia sin llevar el listón del riesgo hasta lo imprevisible. Ha dicho Borrell que este no es aún el momento de la diplomacia y la paz. Y es verdad. No lo es.

    La pregunta es si ese momento llegará alguna vez.               

     

    Comentarios (0)