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Eólica sí, pero no así

Myriam Ybot

 

 

Le explota a una la cabeza cuando se entera, cuando comprende, cuando asume, que las energías renovables no son la panacea absoluta que nos librará del caos derivado del agotamiento de los combustibles fósiles, sucios, contaminantes y finitos. Que se trata de una producción complementaria que deberá convivir con el petróleo y el gas pues así fue concebida. Que pese a la enorme riqueza de recursos naturales susceptibles de generar electricidad en Canarias —el sol, el viento o la fuerza de las mareas— su implantación y desarrollo no dependen solo de la voluntad política de quien gobierna en cada ocasión, como se nos ha venido contando hasta ahora, sino también de una realidad multifactorial que hay que analizar paso a paso.

 

La Fundación César Manrique organizó recientemente el taller “Desarrollo eólico en el contexto de crisis ecosocial: características, problemas y retos en un horizonte incierto”, impartido por la profesora titular de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela, especializada en el campo de la economía de la energía, Rosa María Regueiro. Y entre las muchas cuestiones planteadas, me llamó la atención el grito de guerra con el que las comunidades gallegas se defienden de los impactos de esas instalaciones aparentemente inocuas, aparentemente beneficiosas por encima de cualquier cuestionamiento: Eólica sí, pero no así. ¿De qué me suena?

 

Parece ser que en esa región se ha visto ya de todo: contratos de alquiler de terrenos cuya letra pequeña contenía la obligación para el dueño de desmontar los aerogeneradores una vez finalizaran su actividad, parques ubicados en espacios protegidos y en zonas de ocio, colisión con actividades tradicionales… Imposible no recordar la multipremiada película “As bestas”, inspirada en un conflicto real entre vecinos de una aldea de Orense, tras recibir la oferta de  una multinacional para plantar molinos en sus tierras.

 

Pero luego está en modelo danés, pionero en la producción de energía a partir del viento, que ya en el año 1973 optó por incorporar en la gestión, la toma de decisiones y el reparto de beneficios a todos los agentes sociales de las comunidades afectadas, particulares y cooperativas de propietarios, empresas públicas y privadas, tecnológicas, asociaciones de consumidores…  El éxito estaba y continúa estando asegurado y es ejemplo para toda Europa.

 

En Canarias solo el 16,2 por ciento del consumo eléctrico proviene de fuentes renovables eólicas, algo que cambiará en el futuro si se atiende a las 22 solicitudes de instalación de parques en el archipiélago que aparecen en el registro de actividades del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, una cifra que supone la mitad del total de expedientes abiertos para toda España.

 

Tenemos una buena oportunidad: Si somos capaces de aprender de otras experiencias, de alejarnos de los errores y hacer nuestras las hojas de ruta encaminadas al beneficio comunitario, y sobre todo, de incorporar acciones de economía circular, eficiencia energética, ahorro de los consumos y movilidad sostenible, entonces estaremos en el buen camino.

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