El sueño de la California gomera
Francisco Pomares
Al final, Curbelo logró sacárselo al Gobierno de España. No es lo que le habían prometido, pero si el compromiso –palabra de político- de que lo que le habían prometido saldrá a lo largo de este año. Menos da una piedra: Curbelo no ha logrado firmar el convenio para el perte millonario de La Gomera, que le habían garantizado Sánchez y Torres para su ‘Estrategia Gomera 36’ (vaya número raro el 36, recuerda el inicio de una guerra), pero el hombre se fue a Madrid con el presidente Torres y consiguió al menos firmar un protocolo con la ministra de Hacienda, que se ha presentado como un convenio, aunque no lo es en absoluto. Es sólo la promesa escrita de que habrá convenio.
La ministra Montero, flanqueada por Torres y el hijo pródigo, firmó ayer ese protocolo en la sede del Ministerio, en una mesa grande -casi putiniana-, pero con las distancias acortadas, los tres muy juntitos en el centro de la mesa. El protocolo implica la inmediata transferencia a La Gomera por el Ministerio de dos millones de euros de los Presupuestos 2023, que han de servir para crear una oficina técnica que redactará un primer convenio que las partes se juramentan cerrar antes de acabar este año, identificando partidas en los presupuestos de ambos Gobiernos y del Cabildo, por una inversión con parné público que se cifra ahora en 113 millones. No es tanto como se pensaba, pero resulta más que un buen pellizco.
Aunque lo han fiado para largo: conociendo cómo funcionan las administraciones, es poco probable que la transferencia de fondos europeos al Cabildo se produzca en esta legislatura (no en la de Torres, que ya ha concluido) sino tampoco en lo que queda de la de Sánchez. Cuando la oficina técnica empiece a presentar proyectos, podría ser que los actores políticos sean en Canarias y en Madrid otros. En la cambiante política actual, lo único que permanece seguro son los tres diputados gomeros de Curbelo. Casimiro y sus tres diputados son la mejor unidad de medida de la política regional. Tan permanentes e inmutables como la barra de platino e iridio depositada desde 1889 en un cofre guardado en los subterráneos del Pabellón de Breteuil de la Oficina de Pesos y Medidas, en Sevrés, a las afueras de París. Dentro de un par de semanas, Torres podría (o no) dejar de ser presidente, y lo mismo podría pasarle a Sánchez tras su anhelado tránsito por la política europea, pero Curbelo seguirá siendo señor de la Gomera (y quizá también fuera) hasta que voluntariamente decida jubilarse y mientras su biología lo permita. Es cierto que amenaza recurrentemente con dejarlo, pero no le cree nadie.
No va a retirase hasta que los millones para convertir La Gomera en una California atlántica comiencen a regar la isla y dar sus frutos. Desde que lo sacaron a empujones del PSOE, lo único que le preocupa es el legado que dejará en la isla, y a ese legado ha dedicado Curbelo estos cuatro años, aguantando lo que otros no habrían soportado y tragando los sapos y culebras que le servía Román Rodríguez, su particular bestia negra. Por el contrario, confía absolutamente en Torres, está convencido de que es un tipo decente y cumplirá su palabra.
Yo no sería tan confiado: el proyecto con el que sueña Curbelo es extraordinariamente ambicioso y dilatado en el tiempo: catorce años desde la puesta en marcha de las primeras acciones hasta su finalización. El perte de La Gomera empieza ya con un cierto déficit de credibilidad, huele como aquél Plan Canarias de bochornoso recuerdo, con sus 25.000 millones de pesetas (más o menos lo que entre público y privado se invertiría ahora sólo en La Gomera), que ya había abortado antes de que Zapatero dejara las islas tras anunciarlo.
Curbelo es de cuero duro y colmillo retorcido, pero si deja de ser imprescindible, si las matemáticas electorales lo envían de vuelta a su isla, se la van a cobrar no pagándole lo prometido, y no es un juego de palabras: todos los sueños de transformación expresados en lenguaje transversal y politiqués –La Gomera ecológica y circular, digital e inteligente, resiliente e inclusiva-, se van a escurrir por el sumidero de la Historia. A los gobiernos les suele interesar una higa el futuro de la gente, más aún de esta gente gomera que -siendo tan poca- ha conseguido tanto en estos últimos cuatro años. A los gobiernos lo que les interesa es perpetuarse. Y si los tres diputados no son necesarios, a La Gomera le van a dar mismamente por saco los que ayer se hicieron la foto con Casimiro. O los que vengan después…