El fiestón de medio kilo
Francisco Pomares
La juerga costó medio kilo. De ese dinero, el Ayuntamiento de Santa Lucía –gobernado por Nueva Canarias- puso cien mil euros. El de San Bartolomé de Tirajana, del PSOE, cuatro veces esa cantidad. ¿Medio millón un congreso para un centenar de participantes? Bueno, lo cierto es que la pasta se escurrió por los sumideros no tanto por el gasto realizado en el congreso en sí, sino por el jolgorio nocturno que acompañó las sesiones de trabajo, al menos si uno de los amenizadores, el cantante Dani Martin, que cobra normalmente un cuarto de millón por actuación, mantuvo su cache. Pero hubo más cosas: El congreso, adjudicado en un negociado sin publicidad de tramitación urgente, que se levantó una empresa de organización de saraos musicales, fue adjudicado por el Consorcio Sur de Gran Canaria para la Televisión Digital Terrestre Local, una entidad en la que participan los ayuntamientos convocantes y varios más del Sur de Gran Canaria (Agüimes, Ingenio, Telde y Valsequillo), que no participaron en la financiación del ágape. El Consorcio en cuestión no tiene entre sus competencias la celebración de congresos académicos. Pero eso tampoco debiera llamar mucho la atención, porque la empresa adjudicataria por el sistema digital, tampoco.
En teoría, el congreso, al que asistieron unos sesenta participantes nacionales y locales, estaba convocado para funcionarios con habilitación de carácter nacional, que son los responsables de vigilar la limpieza, trasparencia y adecuación a las leyes y los presupuestos de las contrataciones públicas, aunque parece ser que habilitados nacionales sólo fueron alrededor de una docena. El resto de los asistentes eran funcionarios de todo tipo y pelaje, y algunos políticos, aunque no todos los que asistieron al congreso siguieron luego en la fiesta. El presidente Torres, por ejemplo, pasó por allí y se hizo la foto, pero se retiró prudentemente después. El portavoz parlamentario del partido (antes y ahora) conocido como Nueva Canarias, Luis Campos, si se quedó a las celebraciones, acompañado de su señora esposa, aunque el hombre se ha disculpado y ha dicho algo así como que a lo mejor aquello fue un poco excesivo.
¿Un poco? La juerga incluyó alojamiento en hoteles de lujo de Maspalomas, conciertos privados de Dani Martín y Café Quijano (la propuesta de licitación propuso inicialmente que se contratara a La Oreja de Van Gog), cenas de galas, entre otras una al aire libre en el emblemático Mirador de Las Dunas, espectáculo carnavalero con drag queens, coches de lujo con el logo del congreso, barra libre de Moët & Chandon y fuegos artificiales en el Faro.
La historia, que saltó a los medios tras una denuncia de la oposición den Tunte, se ha agravado porque la alcaldesa de San Bartolomé, Conchi Narváez, negó que se hubiera celebrado fiesta alguna, pero el contrato de adjudicación se ha filtrado a los medios, e incluye una relación muy precisa y detallada de cómo deben ser los festejos, en una provocadora demostración de ese nuevorriquismo que a veces se les va de las manos a las instituciones y corporaciones públicas cuando manejan nuestro dinero como pólvora de rey.
Por supuesto, los colegas de la alcaldesa –en el consistorio y fuera de él- permanecen callados como estatuas. Faltaría más: pero uno recuerda que hace poco menos de un mes, los socialistas de Arrecife denunciaron el despilfarro de Astrid Pérez, alcaldesa del PP, por haber dedicado un millón de euros a las fiestas patronales de San Ginés, las más importantes de Lanzarote: “No hay dinero en la ciudad para infraestructuras de alcantarillado, ni para redes de pluviales, ni para ayudas al transporte, ni para nuestros mayores … …pero cuando se trata de una fiesta, la alcaldesa de Arrecife le da prioridad máxima. No hay límite de gasto, y por supuesto siempre está en el encuadre de la cámara para la foto”.
En fin, que aquí solo se señala lo que hace el adversario. Cuando son los míos los que hacen algo obviamente incorrecto, todos estos fariseos miran a otro lado, y no se escucha ni una mísera voz de decencia disidente que recuerde que lo que está mal está mal. Lo haga el rey Agamenón o su porquero.