El ‘efecto Espino’
El PP desveló parcialmente el miércoles un sondeo bastante optimista, que asegura que un pacto entre la derecha y los nacionalistas es el único posible después de las próximas elecciones, y además ni siquiera necesita del apoyo de Curbelo o el de Vox para desbancar a la izquierda. Ocurre que –aparte de alimentar las ilusiones del PP- el sondeo se realizó fundamentalmente con la intención de testar a los posibles candidatos conservadores a la alcaldía chicharrera. El más conocido y más valorado de los candidatos por los que se ha preguntado, ha resultado ser José Carlos Acha, muy por delante del concejal Carlos Tarife, lo que podría dar a Manuel Domínguez la excusa necesaria para que Tarife –actual número uno del PP en la capital tinerfeña- no encabece la lista al consistorio.
Domínguez, presidente del PP en Canarias y candidato de su partido a la presidencia del Gobierno, sorprendió el miércoles a propios y extraños presentando a la periodista Rebeca Paniagua como candidata suya a encabezar la lista de Tenerife al Parlamento de Canarias. No es que Domínguez pueda nombrar a quien se le antoje (al menos no en teoría, aunque a ver quién le chista hoy a Domínguez en el PP canario), sino que el ex alcalde realejero, que optará a la Presidencia del Gobierno de Canarias encabezando la candidatura regional de su partido, tiene la legitimidad suficiente para proponer al comité electoral pepero a quien quiera y se le antoje proponer. Concretamente, a Rebeca para la lista tinerfeña y al ex alcalde de Puerto de la Cruz, Lope Afonso, como candidato a la presidencia del Cabildo, aunque esto no sólo no ha sido una sorpresa, sino que es algo que se daba por hecho desde hace meses. Falta sólo por decidir quién será el candidato de Domínguez a la alcaldía de Santa Cruz, donde las cosas están bastante verdes y posiblemente habrá complicaciones.
La noticia, pues, ha sido la aceptación a encabezar la lista de Tenerife de Rebeca Paniagua, periodista que ha trabajado desde hace años en programas emitidos por la Televisión Canaria, y que fue purgada del Buenas Tardes hace un par de meses, para colocar en su lugar a una recomendada de Román Rodríguez, otra periodista vinculada a una de las empresas más beneficiadas en los últimos años por Francisco Moreno, que además suele ocuparse de la parte audiovisual de las campañas electorales de ese partido que antes se conocía por Nueva Canarias. Rebeca Paniagua, una profesional conocida y bien pertrechada para la televisión, sigue los pasos de Vidina Espino, fichada hace cuatro años por Albert Rivera para optar a la presidencia del Gobierno, y que se ha convertido en la revelación parlamentaria de esta legislatura, con un estilo incisivo y peleón, directo y nada retórico, fruto de más de una década presentando y dirigiendo los informativos regionales de Antena 3. Espino fue fichada por ser un personaje conocido, alguien famoso, alguien que podía tirar de una lista exclusivamente por su imagen, pero después ha logrado situarse en el centro del debate parlamentario sin contar con un partido (cortó con el suyo justo cuando le convenía hacerlo, antes de que Ciudadanos se desmoronara), ni disponer de apoyo alguno en el hemiciclo canario. A pesar de eso, se ha ganado el respeto de parte de sus colegas políticos, y el odio cerril de personajes con tablas y mucho recorrido, ante los que no se ha acoquinado nunca.
No es que Paniagua y Espino respondan al mismo estilo profesional, ni probablemente a similares mecanismos ideológicos, pero es indudable que la primera le ha abierto camino a la segunda, y a otros colegas que han roto con el tabú de dedicarse a la política no desde la comunicación o el asesoramiento, sino desde la brega parlamentaria o el liderazgo partidario. Otro caso reciente, anunciado por el PSOE –en todas partes cuecen habas- es el de ese gran profesional –también de la televisión, aunque se ha fogueado más en la tele local- que es José Déniz, futuro candidato a la alcaldía de San Mateo. Periodismo y política son un maridaje complicado y a veces incluso incompatible, por más que el periodismo político lleve en muchas ocasiones aparejado un deseo irrenunciable de influir en los acontecimientos y las decisiones políticas. Pero dar el salto desde el periodismo a la representación pública requiere inconsciencia, una voluntad de acero o quizá cierto deseo de ajustar cuentas. Personalmente, le deseo a Rebeca Paniagua y José Déniz que el camino que ahora emprenden les sea leve y vitalmente provechoso.