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Diligencia

Francisco Pomares

 

En tiempo electoral hay que vender hasta el pedo de un demonio como si fuera un suspiro de ángel. El Gobierno de Canarias se ha convertido en especialista en vender cualquier cosa –real o imaginada- por mucho más de lo que realmente vale. Un coro de leales propagandistas (algunos a sueldo, otros vocacionales- aplauden con entusiasmo riqui-raca cada manifestación pomposa de la angelidad, que viene a ser como la buena nueva de los tiempos electorales: cuantas cosas hemos hecho, y en circunstancias tan desafortunadas, y que bien las hemos hecho, hemos cambiado Canarias. Y aplauso cerrado de fondo. En eso –y en insultar educadamente al adversario cada vez que se pone a tiro- consiste básicamente esta campaña electoral.

 

Pero las campañas –sean bélicas o pacíficas- necesitan consumir munición de forma constante. Por eso, el Gobierno se estudia concienzuda y valientemente a sí mismo, y llega todos los días a la conclusión de que Canarias es una de las regiones españolas donde mejor se han hecho las cosas. ¿En qué? Bueno, en todo, es obvio. Pero cada día hay que soltar una perla cultivada nueva: la última tiene que ver con un informe del Tribunal de Cuentas que sólo ha leído el Gobierno, y que –según el Gobierno- dice que el Gobierno es muy diligente cuando se trata de cumplir con el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia o de ejecutar los fondos europeos extraordinarios.

 

Uno se pregunta qué proyectos son los que se han ejecutado, qué dinero es el que se ha gastado, por qué no nos han dicho dónde están los miles de millones que van a cambiarlo todo. Desde los pupitres de las escuelas hasta el modelo económico de las islas, pasando por el transporte, la transición energética y la desaparición de la pobreza. ¿Dónde está la pasta? Curiosamente, los millones de Europa no se han convertido en munición de campaña. Y es comprensible: si el Gobierno no es capaz de gastarse el presupuesto corriente, menos lo será de gastar el extraordinario. En las administraciones gastar de forma eficiente sin incurrir en malversación o prevaricación, requiere de esfuerzos y cautelas sin fin. Y más en los últimos tiempos, desde que los políticos se entretuvieron en ponerse unos a otros –siempre desde la oposición al poder- trabas y más tras trabas administrativas y legales para evitar la extensión de la corrupción: leyes espartanas, aunque más de boquilla que de verdad, procedimientos muchísimo más complejos y restrictivos, licitaciones que siempre acaban con subastas al límite que fuerzan luego a revisiones. Y controles asfixiantes que no controlan, y que lo que han conseguido no es acabar con la corrupción, el nepotismo y la juerga –todo eso sigue, y si no que le pregunten a Berni o al hermano del valenciano- sino que los pelotazos de siempre se repartan ahora en atomizados contratos menores. 

 

Esta administración tentada al menudeo y a descargar su trabajo en Cámaras de Comercio y consultorías lo tiene difícil para gastarse ágilmente los millones. Pero han sido muy diligentes. Hasta ahora sólo lo han sido en aprobar normas y reglamentos y crear administraciones nuevas. La superestructura que gestiona los dineros de Bruselas cuenta ya con ocho subdirecciones, cuatro dependientes de Román Rodríguez, dos de Función Pública y otras dos de la Intervención. Fue creada para gastar garantizando –ejem- que se cumpla con los objetivos de la Agenda 2030 y esas cosas, que es de lo que se ocupa su Comité Director de Planes y Proyectos, el órgano ejecutivo, que –obviamente- preside Román, y que gestiona los fondos y eleva los proyectos a una denominada Comisión de Planificación y Gobernanza, que es la que decide cómo se gasta, cuanto y para favorecer a quién. Hay que informar de todo a Madrid, claro. Román nombró para eso a su Director General de Planificación y Presupuesto, un economista especializado en consultoría de gestión administrativa que entró a trabajar en el Gobierno en 2007, en el Servicio Canario de Salud, y ha sabido desde entonces llevarse bien con tirios y troyanos. Ahora es la autoridad responsable ante la Administración General del Estado. Pero de los proyectos, planes y pertes bien poco se sabe. Hasta hace unos meses se decía que el único que iba a salir era el de Casimiro Curbelo, una montaña menguante de millones que empezaron siendo 300, luego bajaron a 200 y ahora se dice que serán 164. Curbelo ha jurado que si no sale ese perte suyo con el que va a asfaltar de oro las carreteras de su isla que no cuenten con él después de las elecciones. Si fuera verdad, es probable que sea el único que veamos… pero también será después de mayo. Cuando se vea si Casimiro es también diligente y cumple.

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