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De niñas a vampiresas


Por Álex Solar

 

Lamentablemente, una vez más Lanzarote ha salido en los medios nacionales por asuntos relacionados con el eslabón más débil de nuestra sociedad. Si en semanas pasadas fueron las chicas protagonistas de un episodio de acoso y agresión en el ámbito escolar, esta vez ha sido el caso de una menor que ha causado escándalo por la hipersexualización de su atuendo y maquillaje en un cartel del carnaval de Arrecife.

 

 

Tal como se recoge en la noticia publicada , “el cartel de una candidata de 9 años maquillada y con un hombro desnudo, ha recibido fuertes críticas de una asociación feminista local, Tiemar”, que considera que “ser mujer no es un disfraz y que “las niñas han de poder elegir en su momento la propia imagen adulta sin el peso de la influencia de los estereotipos sexistas”. Creo que poco más se podría añadir a esta afirmación de las feministas conejeras, con la que yo no podría menos que estar muy de acuerdo. La sexualización de las menores de edad es causa de variados trastornos y es claramente un atentado contra sus derechos más elementales , como ser tratados con dignidad y estar protegidos contra cualquier forma de explotación.

 

La asociación de consumidores FACUA ha recibido quejas por los disfraces sexistas que se venden en bazares y tiendas de nuestro país, algunos realmente indecentes, como el de la enfermera y la bombera, que se comercializan para rangos de edades que van desde un año a catorce años de edad. Personalidades del mundo del periodismo y la cultura se han manifestado en contra de estas provocativas imágenes y de esta utilización abusiva de los estereotipos sexuales. Por desgracia, poco se puede hacer contra las empresas que perpetran estos atentados contra los derechos infantiles, ya que la mayor parte de las veces se trata de procedencias desconocidas. Tampoco existe, como advierte la organización de consumidores, un organismo administrativo que asuma la potestad sancionadora en estos casos, con lo que la impunidad está asegurada.

 

Llama la atención que los disfraces temáticos para el género masculino sean de una seriedad y rigor intachables. No hay médicos enseñando cachas ni enfermeros luciendo el tipo. Pero por poco más de nueve euros uno puede encontrar toda clase de “princesas Disney” en minifaldas y escotes pronunciados , con sus tacones de aguja, representando diversas profesiones al estilo vampiresas, para decirlo educadamente.

 

La excusa del contexto, en este caso el Carnaval, parece pobre. Es cierto que hace unos cuarenta años, recién llegado a España, me sorprendí al ver a niñas muy pequeñas pintadas de ojos y de labios, aunque con correctos trajes típicos, en remotos pueblos que celebraban sus fiestas y verbenas populares. Pero creo que los padres deberíamos evitar el riesgo de vulnerar la imagen y la salud psíquica de nuestros hijos, por mucho que condicionamientos culturales puedan llevarnos a cometer errores.

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