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Cuatro urnas

Francisco Pomares

 

El 28 de mayo, todo el país votará para elegir a sus alcaldes, y algo más de la mitad de los españoles lo harán también para elegir a sus parlamentos regionales. Una o dos urnas. En Canarias, votaremos además los cabildos insulares, y la segunda lista del Parlamento de Canarias, la lista regional, cuatro urnas en total. Y no es la primera vez: en 2019 fueron cinco urnas, porque hubo que votar además al Parlamento Europeo.

 

Someter a los ciudadanos a tener que decidir lo que votan en cuatro urnas distintas es un disparate, que denota la soberbia de una clase política pagada de sí misma y convencida de que el mundo gira alrededor de ellos. Para un ciudadano corriente y moliente, tener que elegir en cuatro elecciones diferentes es un despropósito, otro aliciente para quedarse en casa o irse a la playa el domingo electoral. Y además es algo completamente innecesario: el voto es a las elecciones locales –municipios y cabildos- y a las regionales –en lista insular y regional-. Podría perfectamente votarse en sólo dos papeletas.

 

Por ejemplo, en la de las elecciones locales, se podría votar conjuntamente las listas del ayuntamiento y las del Cabildo, eligiendo entre las veinte candidaturas que se presentan a cada corporación por una fuerza política concreta. No es imposible: así se hizo en las primeras elecciones locales, en 1979, cuando se votaba conjuntamente Ayuntamiento y Cabildo en una sola papeleta. Y no pasó nada. Después, se decidió darle al Cabildo identidad electoral propia, aún cuando se trata de un proceso local, único en toda España. Porque aquí no existen las Diputaciones Provinciales, que tienen competencias muy similares a las de los Cabildos, pero se eligen de manera diferida y sin mediar votación ciudadana. Ya es bastante diferencia que el Cabildo se elija por elección directa de los votantes.  

 

Tampoco hay necesidad de desdoblar las urnas: una única papeleta con los nueve diputados regionales y los que toquen por cada isla, y a correr. Se ahorran inútiles complicaciones, gasto doble en papeletas y urnas, y doble tiempo para contar los resultados. Alguien dirá que es más democrático dar a los electores la posibilidad de elegir entre cuatro listas, que no hay porque votar siempre al mismo partido. Vale, pero si es por eso, tampoco hay porqué votar siempre a todos los candidatos que proponga un partido, en una lista cerrada. Si esto va de más democracia a la hora de votar, de lo que se trata es de listas abiertas, no de duplicar las listas.

 

Y además, resulta que el sistema de elección en doble candidatura insular y regional, consagrado en la reforma del Estatuto, tampoco ha resuelto gran cosa: se esperaba lograr un sistema más representativo, pero la lista regional de sólo nueve diputados, no cambia sustancialmente la desproporción, de hecho, tiende a favorecer siempre a las listas insulares más votadas: un estudio del profesor de Derecho Constitucional de a ULPGC, Víctor Cuesta, asegura que la reforma no ha acabado con el sobredimensionamiento del voto de las islas menores. Con el sistema electoral vigente antes de la reforma, y diez diputados menos en el Parlamento, los resultados habrían sido muy parecidos. En vez de 37 diputados de 70, las fuerzas del Pacto de Progreso habrían conseguido 32 de 60. Tres de ellos habrían sido en ambos casos los de Curbelo y se habrían logrado –en ambos casos- con poco más 2.000 votos por escaño. Un total de 6.000 votos que condicionan la política de pactos, en una región donde ningún partido ha logrado jamás mayoría absoluta, y donde quienes deciden el Gobierno suelen ser pequeños partidos insulares. Partidos que logran sus diputados con poco más de 1.500 votos en El Hierro o con 2.000 de la Gomera, cuando cada escaño de Ciudadanos costó 33.000 votos, los de Podemos salieron a 19.500 por cabeza, los de nueva Canarias a 16.000 cada uno, los del PP a 12.300, los de Coalición Canaria por poco menos diez mil y los del PSOE a 9.900 votos.

 

Si se hubiese votado sin circunscripción regional, el resultado habría sido exactamente el mismo, porque nueve diputados regionales no arreglan nada. Otra cosa habría sido que la lista regional tuviera 30 o 40 diputados. Entonces el voto de los canarios sería más equilibrado, como ocurre en otras circunscripciones regionales del país. Nuestros diez diputados más sólo han servido para que haya diez sillones más en la Cámara, diez sueldos más, diez Señorías más cobrando dietas suculentas, y los canarios tengamos que votar en cuatro urnas, para que todo siga igual.

 

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