Cuando la riqueza llega con un silbido o un acorde
Andrés Martinón
El otro día entrevistaba al cantante y músico lanzaroteño Ciro Corujo. La conversación fue amena y divertida, como siempre que el gran Ciro acude al plató. Y durante la charla salió un tema en el que ambos estábamos de acuerdo. Y es que los dos tenemos hijos en edad escolar y él me daba la razón al quejarme yo de que todavía se enseñe música en los colegios con una flauta anacrónica y a la que nunca vi que ningún estudiante tocara correctamente. Al final estábamos de acuerdo que lo aconsejable sería que todos los niños canarios deberían aprender música con un instrumento como el timple: manejable, barato, de cuerda y fácil de aprender y, sobre todo, un instrumento canario y único en el mundo.
Días antes mi hijo me sorprendió. Se introdujo uno de sus dedos índices en la boca y logró un silbido fuerte y limpio. Me dijo que se lo había enseñado su profesora, que es gomera y que ya se sabía varias palabras en silbo. Me explicó que su maestra aprendió este lenguaje extraordinario y también único en el mundo en el colegio; que en los centros de esta isla pequeña y montañosa se destinan una o dos horas a la semana a su estudio, por lo que los habitantes gomeros tienen garantizados el traspaso de este patrimonio cultural de primer orden mundial.
Estas dos historias las uní y las relacioné con un problema que están teniendo los canarios a la hora de opositar. Esto es que, por el concurso de méritos, miles de aspirantes a plazas públicas de Sanidad, Educación o Justicia procedentes de la península pueden acudir a nuestros exámenes y restar plazas a los de nuestra tierra. Este problema no lo tienen las comunidades con lengua propia (Cataluña, Euskadi, Galicia, Comunidad Valenciana o Baleares), que exigen sus pruebas en sus idiomas y se deshacen de ‘competidores’ externos de un plumazo.
Pues señores y señoras, mi idea no es otra que aprovecharnos de nuestra riqueza cultural. Y los dos ejemplos citados anteriormente podrían ser perfectamente útiles. Es decir, enseñar a nuestros estudiantes durante toda su trayectoria académica una alta formación, por ejemplo, del timple, del silbo gomero, de la lucha canaria, etc. De cuestiones que, en primer lugar, nos hagan no solo no perder nuestra identidad y cultura, sino que, además, sirva de demostración de elementos únicos que nos diferencian y que quien quiera vivir entre nosotros en puestos públicos, deban saber lo que nosotros debemos preservar.
Me imagino que mucha gente pueda pensar que estos requisitos rozan la inconstitucionalidad. La verdad es que no lo sé, pero con la experiencia que me ha dado la vida, toda norma o ley se puede modificar al antojo de quien legisla y más si el fondo es tan valioso como no perder los tesoros culturales. Nada me haría sentir más orgulloso que todos los canarios supieran tocar el timple. Que allá por donde fueran sonaran los acordes con la particular sonoridad. Y que se demuestre eso de que el pueblo que defiende con más ahínco sus valores es el que verdaderamente se perpetuará en el tiempo.