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Controlar el SCS

Francisco Pomares

 

Román Rodríguez no consiguió evitar que el consejo de Gobierno del pasado jueves nombrara a Elizabeth Hernández nueva directora del Servicio Canario de Salud. Poco antes del inicio del Consejo, Román parecía haber aceptado la decisión de la mayoría socialista, que rechazó de plano y desde un principio el intento de Rodríguez de colocar a alguien de su confianza.

 

La querencia del actual vicepresidente por el Servicio Canario de Salud viene de antiguo: cuando en 1999 fue  propuesto por Julio Bonis -a la sazón consejero de Sanidad- como candidato a la presidencia por coalición Canaria, Román era precisamente director del Servicio, un hombre clave en el entourageque dirigía la sanidad canaria a las órdenes del capitán de jet-fósil Julio Bonis. El SCS fue el primer puesto político desempeñado como miembro de ICAN -partido integrado en coalición- en el Gobierno de Manuel Hermoso y Lorenzo Olarte. El Servicio era ya entonces -y lo sigue siendo- el mayor organismo contratador de la Administración regional, una auténtica perita en dulce para ejercer el verdadero poder, que es el que da controlar el gasto público.

 

Es  sobradamente conocido que Román ha intentado -al menos en dos ocasiones en lo que va de legislatura- echarle el guante al SCS, siempre para colocar al frente a alguien de su cuerda. Lo intentó Román tras el fulminante cese de Teresa Cruz Oval, un cese en el que algo tuvo que ver, y lo ha vuelto a intentar tras la forzada dimisión de Conrado Domínguez, pieza mayor a la que Rodríguez logró dar caza y al que consiguió retirar del juego con indisimulado entusiasmo.

 

A los poco avezados en las lides e intríngulis del poder podría parecerles extraño que un personaje como Román Rodriguez, que no ha manifestado nunca excesivo apego por florecer en su profesión como médico (no ha pisado jamás una consulta como galeno desde que entró por primera vez en una oficina del Gobierno) haya tenido sin embargo desde siempre tanto interés en controlar el Servicio Canario de Salud.

 

Pero no es nada extraño: el presupuesto que mueve el SCS en grandes licitaciones y compras es más grande que el de cualquier otro departamento del Gobierno. Da para sostener cualquier megalomanía, por excesiva que sea.

 

Por eso, la pelea en el Consejo de Gobierno a cuenta de la sustitución de Conrado Domínguez, a pesar de desarrollarse con la conveniente sordina, ha sido de las que dejan marca. Finalmente, todo el PSOE ha respondido a la presión contra la sustituta de Conrado con una respuesta unánime, capitaneada por el consejero de Sanidad, Blas Trujillo, y por Sebastián Franquis, mentor del sacrificado.

 

Román llegó a cuestionar la idoneidad de la técnica propuesta por Trujillo -una mujer con fama de ser renuente a dejarse mangonear- alegando que había avalado la operación de compra de mascarillas a RR7 United que resultó fraudulenta. Puede ser que lo hiciera, lo mismo que hizo todo el Gobierno. A tenor de lo que hemos ido sabiendo en los últimos días, en pocas ocasiones se ha mojado tanto el Gobierno como en esta y otras compras Covid, y pocas veces se ha mareado tanto la información sobre lo ocurrido.

 

En fin, que la de este pasado jueves ha sido  una de las primeras derrotas de Rodríguez en un Consejo en el que ha dispuesto -desde la firma del Pacto de las flores- de una influencia muy superior a la que le habría correspondido. A fin de cuentas, solo cuenta con cinco diputados propios (ahora cuatro) y otros cuatro de Podemos que siempre le bailan al vicepresidente el agua. Tras el consejo, se respiraba en el PSOE cierto ambiente de satisfacción por haber frenado en seco al vicepresidente. Y es que anda muy crecido el hombre…

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