Contra los Nutricionazis
Por Álex Solar
El aceite de palma ha desatado, en su momento el de colza, todas las alarmas. Justificado o no tal toque de rebato, siempre habrá quienes vean en la alimentación y sus productos un serio riesgo para la salud: son los que yo llamaría “nutricionazis”. Otros llaman “magufos” alimentarios a aquellos que dan la tabarra con los “cinco venenos blancos” (azúcar, harina, arroz, leche, sal) y creen y difunden toda clase de bulos acientíficos apoyados en la quimiofobia o el “a mí me funciona” (Milá dixit).
Ante los consejos de estos nutricionistas de diverso pelaje que pululan por Internet lanzando la buena nueva de sus alimentos maravillosos (los que curan hasta el cáncer y derrotan la obesidad) me digo que no creo nada y que seguiré comiendo de todo hasta cuando aguante el cuerpo. Y bebiendo, aunque evitando los alcoholes de alta graduación, reservándolos para alguna improbable ocasión especial. Uno, a los 68 años cumplidos, piensa como el personaje de la novela de Rafafel Chirbes, “Crematorio” (Rubén Bertomeu). “Sé que ahora, si uno se cuida, si se vigila el colesterol, la glucosa, la presión sanguínea, la próstata, el colon, si uno se cuida y tiene suerte, puede aguantar hasta los cien años, pero yo llevo encima, además de los setenta años, un gravoso plus de kilometraje”. Un cuentakilómetros vital en el que hay “una infinidad de habanos, de alcohol, toneladas de solomillos, de chuletones y chuletas, de callos bien melosos y picantes, de meros que alguien acaba de sacar del mar, de sabrosas gambas, de langostas a la parrilla o con arroz, o a la termidor. Dicen que todo eso, a lo que yo califico de hermosura, pesa como plomo dentro del cuerpo, esa hermosura alimentaria o gastronómica pesa. El lastre de la belleza terrena: azúcar, colesterol, ácido úrico, grasas saturadas, insaturadas, polinsaturadas, triglicéridos, transaminasas. Toda esa verborrea con la que nos castigan en la prensa y en la televisión”.
La salud, que según los charlatanes conduce a la belleza, no es más que una cadena predatoria, que permite el buen funcionamiento de las tuberías de la máquina humana por la que circulan materias orgánicas en descomposición. Para eso es preciso que hayamos disputado a otros nuestra parte en el sangriento banquete universal. Eso es cierto, pese a lo que digan vegetarianos y veganos.
En cuanto a las sustancias “prohibidas” tengo por cierto que son indispensables para el hombre, débil animal solitario. He frecuentado mayormente a los viciosos antes que a los virtuosos de la salud, que me parecen mortalmente aburridos aparte de un poco autoritarios. Los primeros suelen ser , dicen los científicos, los individuos con mayor inteligencia: Artistas, filósofos, intelectuales, solemnes borrachos y drogadictos, que figuran entre mis héroes existenciales. Como Serge Gainsbourg, que se bebió y fumó todo el alcohol y el tabaco de París mientras cantaba “Olvido mi cuartucho, el tren de cercanías madrugador/ y en los vapores del alcohol veo a mis castillos españoles/ mis duquesas y mis establos” (“L´ alcool”).