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Conciencia política

 

 

Usoa Ibarra 

 

“La política lo penetra todo”, decía José Ortega y Gasset. Sin embargo, es curioso comprobar, cómo la participación en las elecciones lanzaroteñas se va desplomando más y más en cada cita con las urnas. ¿Por qué existe ese desinterés? ¿Ese desapego?

 

Tengo amigos, curiosamente treintañeros, que acuden a votar, pero no saben ni quién es el alcalde que les gobierna. Tengo conocidos que prefieren no hablar de política, porque temen la confrontación. Por primera vez, he escuchado a personas mayores decir que no iban a ir a votar, porque se sienten manipuladas y engañadas. ¿Qué hace que la política sea la llave para casi todo y genere tanta animadversión?

 

Sin ir más lejos, hoy me acusaba una Instagramer local de increparla al preguntarle si había ido a votar. Es curioso, que se sintiera tan ofendida por una pregunta contextualizada, precisamente, en un día electoral. Puedo comprender la desazón generalizada, pero no acabo de entender cómo se puede dejar a la deriva el futuro de una isla y al mismo tiempo ser tan exigente y crítico con lo que pasa en tu metro cuadrado.

 

Hay quejas de que suba la cesta de la compra, de que haya una guerra en el patio trasero de Europa, de que comprarse una casa conlleve tener como mínimo unos ahorros de 60.000 euros, pero al mismo tiempo no acudimos a las urnas, perdiendo la oportunidad de poder incidir en quienes toman decisiones para cambiar aquello que no funciona o no nos gusta.

 

No sólo es preocupante que no superemos el 40 por ciento de participación, sino que además haya entrado en el Cabildo y el Ayuntamiento de Teguise un partido que prácticamente no ha tenido foco mediático y que no ha hecho campaña local, sino que se ha aprovechado de la ola nacional. ¿No es preocupante que la ultraderecha tenga un sillón en la institución más representativa de la isla sin hacer ruido?

 

Desde luego que en Lanzarote no podemos mirarnos con orgullo cuando hablamos de política, porque cuando no ha estado impregnada de corrupción y caciquismo, ha sido fruto de experimentos tan retorcidos e incoherentes que la han convertido en una caricatura.

 

Sin embargo, es momento, ante todo, de pensar en la Isla. Ya no hay más margen para más errores. De hecho, se están moviendo sus cimientos. Lanzarote ya no es referente de casi nada y está ocurriendo aquí lo que antes ha ocurrido en Ibiza (una isla mágica, pero absolutamente mercantilizada). Sería una pena que el paraíso se tornara en un pequeño infierno en el que la mayoría no llega a final de mes, en el que hay infraviviendas o en el que aumenta la degradación de su paisaje.

 

No se diga, pues, que no se ha advertido de esta debacle. Que no se diga que no hubo advertencias de que dejar en cada vez menos manos (unos 45.000 votantes de más de 160.000 habitantes) el devenir de la isla es muy peligroso. Que no se diga que no hemos anticipado que ignorar nuestro derecho a voto, conlleva que un día nos ignoren a nosotros.

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