Con Vox o sin Vox
Francisco Pomares
La publicación de un sondeo por el periódico que encabeza la derecha mediática ha provocado una sorprendente oleada de autocomplaciente satisfacción en el PSOE. Sorprendente, porque durante los meses previos a las pasadas elecciones, el PSOE denunció ante la Junta Electoral los sondeos de El Mundo, acusando al periódico de manipularlos con intenciones electorales. Hay que tener cara, después de lo del CIS. Al final, la Junta Electoral le dio la razón al periódico. Y es otro de los avances semanales de esa misma encuesta, planteada en formato de panel, y que resulta hoy más benigno con el PSOE, el que se aplaude con ahínco. Es curioso como los partidos aplauden siempre cualquier hecho o dato que apuntale la realidad que defienden. Y no es que el sondeo de Sigma Dos publicado ayer mejore sustancialmente los resultados del PSOE –apenas aumenta un diputado- pero le aporta seis más al total de la izquierda, recuperados en apenas veinte días de histéricas negociaciones que el PP ha convertido en una suerte de melé inexplicable: lo que está bien en Valencia puede ser inaceptable en Mérida. Uno no entiende esta facilidad de la derecha española para liarla cuando mejor lo tiene.
La derecha –en su conjunto- cae un diputado por debajo de la mayoría absoluta (176 escaños) y doña Yolanda aumenta a pesar de (o -vaya usted a saber- quizá gracias a) su conflicto con Podemos por vetar a Irene Montero. Sumar logra unas centésimas de punto más que Vox, aunque ambas formaciones empatan a 35 escaños. La izquierda patria tiene una buena noticia por primera vez desde que empezaron a cantarse los resultados de las elecciones regionales y locales. Pero es cierto que las estrategias desde entonces no han cambiado mucho: Sánchez sigue empeñado en llevar al PSOE a un nuevo plebiscito sobre su figura, presentándose como un hombre odiado por la derecha política y mediática, que habría logrado engañar a esa mayoría de ciudadanos que abandonaron en masa al PSOE, en unas elecciones en las que no se dirimían las políticas del Gobierno nacional, sino las actuaciones de alcaldes y gobiernos regionales. El impacto del daño de esa operación fue tan grande, que algunos próceres –el presidente Torres, por citar uno cercano- no parecen acabar de recuperarse y hasta amagan con publicar sus memorias de un ‘tiempo injusto’. Mejor harían plantándole cara a quien ha transformado el PSOE en una empresa a su exclusivo servicio, y amenaza con llevarlos a todos a una segunda y plebiscitaria derrota.
Pero al tajo: es cierto que la izquierda ha subido media docena de diputados, pero la derecha apenas ha bajado dos desde las últimas elecciones, a pesar del hipócrita folletín de los pactos. El PP tiene perfectamente asumida la necesidad de contar con Vox para el Gobierno nacional, pero ha caído en la trampa urdida por Sánchez cuando adelanto las elecciones para hacer coincidir la campaña con las negociaciones locales y regionales. Feijóo quiere crecer hacia el centro, sabe que hay mucha gente que votó al PSOE y ahora está descontenta, frustrada. Feijóo cree que esa gente responderá refugiándose en el PSOE si cierra más acuerdos previos con Vox. Yo no creo que sea así: lo que los ciudadanos esperan de esta etapa es que se les diga la verdad, que no se les mienta, como hizo Sánchez con recurrentes ‘cambios de posición’. La gente sabe que el cambio de ciclo desde el sanchismo a lo que venga es imposible sin contar con Vox, y lo que cabrea y defrauda al votante del PP no es que se pacte con Abascal para montar un gobierno diferente al de Sánchez, es este espectáculo y confusión. El propio Sánchez dio en el clavo cuando dijo que lo importante no es Vox, es que el PP se deje colonizar por Vox. Sánchez lo sabe porque eso es lo que le pasó a él, renunció a la política tradicional del PSOE, se dejó arrastrar por la radicalización podemita y permitió que los indepes centrifugaran la política nacional.
Con los números de hoy, es improbable que la izquierda recupere en un mes el terreño suficiente para ganar las elecciones de junio. Y también es improbable que Feijóo pueda gobernar sin Vox. Lo que debe preocupar a Feijóo y a su gente es que las políticas del nuevo Gobierno no las defina Vox. El PP debe gobernar no para quienes han votado a los partidos que apoyen su Gobierno, sino para todos. Y para eso debe centrar el Gobierno y domar el revanchismo de Vox. Eso es lo que los españoles esperaban de Sánchez cuando pactó con Podemos y el independentismo, porque era lo que había prometido hacer, y fue justo lo contrario de lo que hizo.
Lo importante no es sólo con quien gobiernas, sino cómo lo haces.