Con derecho a no declarar
Andrés Martinón
Me pareció bien que hace unas semanas el futbolista Mbappé se pronunciara públicamente en contra de la llegada de la ultra derecha al gobierno de la República Francesa. El chico entiendo que quiso dejar claro que los mensajes de la líder Marine Le Pen, sobre todo, relacionado con temas de inmigración y de etnias tiene cierta peligrosidad y pueden incitar a la xenofobia o al racismo. Pero lo que no me ha gustado mucho es como cierta parte de los profesionales de los medios de comunicación insinuaban que los deportistas o jóvenes futuras promesas de sus disciplinas profesionales o artísticas deben posicionarse y hacer pública su opinión en materias tan complicadas como la política o las ideologías.
Por partes. Siempre defenderé que un deportista o una joven ‘celebrity’ tenga el derecho a expresar su opinión. Faltaría más. Lo puede hacer como cualquier ciudadano de nuestro país. Lo que no me gusta es que a estos chicos y chicas, mayoritariamente jóvenes y sin formación específica, se les haga un tercer grado sobre cuestiones que nunca han abordado de forma profesional. Una rueda de prensa de un deportista es para hablar de deporte. Si éste, motu proprio, decide hablar de ideologías o cuestiones externas al deporte, allá él pero lo que no se le debe poner en situación incómoda a chicos que superan escasamente los 20 años.
Y lo digo porque se les puede preguntar por un candidato o se les puede preguntar por gente que puede acabar con tu carrera. Este fue el caso de la Guerra de Ucrania donde a deportistas rusos se les preguntaba sobre el posicionamiento en el conflicto. Como para decir algo en contra de las decisiones de Vladimir Putin. Es que no te juegas la carrera, te juegas el ir a Siberia a pasar un largo y frío invierno. Esto mismo pasó con numerosos músicos que siendo ucranianos o rusos compartían puestos en distintas orquestas de gran prestigio. Se les preguntaba continuamente sobre un posicionamiento y se podía ver como la cara se les congelaba.
Además, este continuo desafío de determinados medios y algunos de sus profesionales o colaboradores (normalmente comentaristas de tertulias radiofónicas y televisivas) a que los deportistas se pronuncien lo hacen con cierto sesgo, pues se les pide que se pronuncien a favor de lo que se considere el bien divino. Pero si, por ejemplo, existiera un joven deportista francés que alabara o piropeara a la propia Marine Le Pen, eso ya no es jarabe democrático. El jarabe democrático lo aplican unos cuando les da la gana pero luego no le gusta cuando se lo aplican a ellos.
Recuerdo cuando Maradona en sus delirios crepusculares, hinchado por la mala vida, y tupido de medicamentos y estupefacientes, hablaba maravillas de régimen de Fidel Castro, que pese a tener grandes seguidores, no dejaba de gobernar Cuba sin la más mínima posibilidad democrática. Eso es, al menos, reprochable digo yo.
Todo esto lo podemos unir con las continuas ruedas de prensa a deportistas como Rafa Nadal sobre lo que debe cobrar un hombre o una mujer o a los jugadores de la selección española de fútbol con respecto a la selección femenina. Por cierto, este equipo nunca es noticia por sus valores y sus hazañas. Ganó un Mundial y de lo único que se ha hablado es de un beso.
Debe ser que me hago mayor pero que un chico de 23 años, por muchos goles que marque o que maraville al mundo, indique qué es lo correcto o no en materia de política no me interesa lo más mínimo; no me va a hacer cambiar mi opinión. Otra cosa es que lance un mensaje para niños y jóvenes que no están informados en materia de política o ideologías. Pero claro, eso lo veo yo más cerca de la manipulación que de cualquier otro beneficio de la democracia.